martes, 22 de marzo de 2016

Mi rincón literario

LAS LÁGRIMAS DE VARO (SEGUNDA PARTE)

Otoño de 9 d. C
Inmediaciones de Teutoburgo, campamento romano,  al anochecer

-¿A cuántos hombres hemos perdido?-Preguntó apesadumbrado Varo. Estaban reunidos en el praetorium del improvisado campamento él, Egio y Cejonio, acompañados de los tribunos y otros oficiales de alto rango. Tras la masacre urdida por los malditos teutones, el enorme ejército romano, ahora reducido casi un tercio, se había replegado y habían conseguido asentarse en  un campamento provisional con ayuda de los zapadores, que habían levantado un terraplén defensivo, como era habitual en las maniobras romanas.

El encargado de organizar el recuento de bajas tragó saliva antes de contestar, las palabras no querían salir de su boca y sudaba profusamente.

-¡Por Cástor y Pólux, centurión, te he preguntado cuantas bajas hemos sufrido! ¡Contesta!

El oficial tragó saliva una vez más antes de dar la desalentadora cifra.

-Diez…diez mil muertos, legatus, y algo más de mil heridos…

El silencio que cayó sobre la tienda de los generales era tan pesado que casi les oprimía y no les dejaba respirar en condiciones.

-Tenemos que organizarnos.-Varo intentó reaccionar-que todo hombre que pueda caminar y empuñar un arma se prepare para defender en caso de un nuevo ataque, me da igual que sea soldado o civil. Y que se redoble la guardia, va a ser una noche muy larga.

El centurión y los demás oficiales salieron de la tienda para trasmitir las indicaciones del legatus.

-¿Qué vamos a hacer?-preguntó desesperado Cejonio ahora que los tres generales se habían quedado solos- Cada segundo que estamos aquí quietos aumenta la posibilidad de que esos bárbaros desalmados vuelvan a atacarnos y esta vez nos borrarán del mapa como si jamás hubiésemos pisado esta infernal tierra.

-Deberíamos retornar al valle del Rin y hacernos de nuevo fuertes allí-coincidió Egio- a campo abierto nuestro ejército es mucho más efectivo, les podemos devolver el golpe de forma contundente.

-¿No lo entendéis verdad?-replicó Varo-¡Precisamente es lo que busca ese malnacido traidor de Arminio, que les dejemos el territorio despejado! ¡Si nos retiramos, daremos una imagen de debilidad que hará a los pueblos de toda Germania alzarse contra Roma, y eso es algo que jamás permitiré, antes la muerte!

-¡Mejor retirarnos ahora que podemos que acabar con nuestros huesos en suelo teutón!-protestó Cejonio- Enfrentándonos aquí a Arminio y sus hombres sólo hallaremos la muerte, y si Germania se queda sin legiones entonces sí que los demás pueblos tendrán vía libre para rechazar la presencia del Imperio. Pero si nos asentamos en el valle del Rin, aún tenemos posibilidades, y siempre podemos solicitar más legiones a nuestro césar Augusto.

-¿Y quedar como un inútil? No amigo mío- contestó Varo-yo he metido a tres legiones en este bosque, y yo seré quien las saque.

-¡Pues sácalas ya!-razonó Egio.-¡Aprovechemos que no nos atacan!

-Un romano jamás huye-sentenció Varo.

En el bosque

-Han levantado un campamento en el claro-informó un espía querusco a Arminio.

-Parece que se resisten a admitir la derrota-se mofó éste.

-Deberíamos atacarles, aunque tengan empalizadas, ahora sólo cuentan con un tercio de las fuerzas que tenían, eso sin contar los heridos. No están en condiciones de defenderse.-razonó el líder brúctero.

-Haremos incursiones puntuales, pero no quiero un ataque contundente. –Explicó Varo- quiero que se vean obligados a elegir entre retirarse al Rin, lo cual sería una humillación para ellos, o arriesgarse a internarse de nuevo en el bosque, lo que sería su fin. Ambas opciones significan una gran victoria para nosotros- Arminio sonrió. Su sueño empezaba a ser realidad.

Campamento romano

-¡Alarma, alarma! ¡los germanos atacan!-el vigía del campamento se dejaba la voz.

Un tribuno irrumpió en el praetorium para avisar a Varo.

El  legatus  se levantó de la sella[i] donde estaba estudiando mapas de Germania como un resorte.

-¡Da aviso de inmediato a los legatus Egio y Cejonio!

Cogiendo su gladio, Varo salió de la tienda y se dirigió de inmediato a la empalizada para dirigir personalmente la defensa.

-¡Arqueros, preparados! ¡A mi señal!-Varo esperó a que las tropas teutonas estuviesen a tiro, no quería que se desperdiciara ni una sola flecha-¡Ahora, por Júpiter, no falléis ningún blanco!

Las flechas romanas salieron disparadas con la furia y la rabia de haber perdido  hermanos, amigos, padres e hijos para caer sobre los germanos causando unas cuantas bajas, pero no era suficiente.

Por su parte, los bárbaros respondieron con su propia lluvia de flechas.

Testudo!-Aulló Varo.

La mayoría de los dardos  se clavaron en los escudos, esta vez las bajas romanas fueron mínimas.
Pero cuando los arqueros romanos se disponían a lanzar la segunda andanada, de repente los germanos dieron media vuelta para internarse de nuevo en el bosque, como si de una aparición fantasmal se tratara.

-¿Por qué han huido?-preguntó Cejonio, que estaba ya en la empalizada junto a Egio.

-No les interesa un ataque en masa, creo que quieren ponernos en una encerrona: o volvemos al Rin o nos internamos de nuevo en su maldito bosque. Arminio sabe que ambas opciones serían un duro golpe para el Imperio.-contestó Varo.

-Pues más vale una derrota con supervivientes que una aniquilación total.

Varo se alejó de la empalizada sin decir nada.

Los germanos hicieron dos ataques relámpago más a lo largo de aquella larga noche, en las cuales causaron algunas bajas romanas más, aunque también ellos sufrieron pérdidas.

Al amanecer

-No tiene sentido seguir alargando esta agonía-Varo se había reunido de nuevo con Egio y Cejonio en el praetorium.- levantaremos campamento para internarnos de nuevo en el bosque.

Egio y Cejonio se miraron sin decir nada.

-Sé lo que estáis pensando, volver a ese bosque no es la mejor de las opciones.

-Es una locura, Varo-se atrevió a formular Egio.

-Entra en razón, te estás dejando llevar por la rabia que sientes al saberte traicionado por Arminio, pero si entramos de nuevo en ese bosque, no saldremos, y lo sabes.-Apoyó Cejonio.

-Ayer no teníamos ni idea de lo que nos esperaba, no estábamos prevenidos. Ahora sabemos lo que nos vamos a encontrar, además, dejaremos atrás todos los carros y pertrechos y avanzaremos sólo con lo imprescindible.-argumentó Varo.

-Por favor, escúchanos-imploró ya desesperadamente Egio -los legionarios no se encuentran en condiciones ni físicas ni anímicas para volver a Teutoburgo, sería una tortura mental para ellos, debemos volver. ¡Debemos volver!

-¡BASTA! ¿ACASO CREÉIS QUE NO SE QUE SIENTE UN SOLDADO CUANDO SE ENFRENTA  A UNA  MASACRE COMO ÉSTA? ¡QUE PREFERÍS, MORIR CON HONOR O SER EL HAZMERREÍR DE TODA ROMA Y SER DESPOJADOS DE VUESTRAS INSIGNIAS DE SERVICIO Y VALOR? ¡VAMOS A VOLVER  A ESE BOSQUE Y SI ES NECESARIO TALARÉ SUS PUTOS ÁRBOLES UNO A UNO! ¿ESTÁ CLARO?

Los gritos de Varo sobresaltaron a los que más cerca se encontraban del praetorium, pero ningún oficial se asomó a la tienda por temor a soliviantar aún más los nervios del  legatus.

Egio y Cejonio se resignaron, la decisión estaba tomada.

-¿Qué hacemos con los muertos?

-Enterradlos, no quiero que sirvan de alimento a ningún animal de esta región de mierda.

Cejonio y Egio salieron de la tienda cabizbajos.

¡El amor propio del maldito Varo nos llevará a todos al Hades!-estalló Egio.

-No tenemos nada que hacer, así que disfrutemos estos últimos momentos de vida, echemos un trago antes de ponernos en marcha.

Egio se calmó y sonrió tristemente.

-Será un placer acompañarte al Hades, mi buen Cejonio.


Lo que quedaba del ejército romano, unos seis mil hombres, desmontó la empalizada y las tiendas para ponerse de nuevo en marcha.

Al enterarse de que el objetivo era volver a Teutoburgo, muchos soldados empezaron a protestar abiertamente, muchos incluso pensaban en la deserción para unirse a los teutones. La situación era crítica.

-Debemos hacer algo, o estallará un motín- Egio cada vez tenía más claro que todo terminaría en desastre.

-Yo me encargo-contestó Varo.

Se giró para mirar a los seis mil romanos que quedaban en aquella apartada tierra.

-¡Legionarios! ¡civiles! ¡Escuchadme! ¡Sé que os aterra volver a ese bosque infernal donde ayer sufrimos uno de  los peores golpes en la historia de nuestra gloriosa Roma! ¡Yo mismo siento ese miedo ante estas tribus bárbaras y despiadadas que lo único que buscan es el caos y el desorden para atentar contra nuestro civilizado mundo! ¡Ellos no entienden de leyes, no entienden de normas, sólo son un puñado de salvajes rabiosos y rencorosos que desean nuestro mal! ¡Envidian nuestro poder, y nuestro dominio del mundo, de las artes y de la guerra! ¡Pero es cierto que ayer fueron ellos los vencedores, y de forma terriblemente contundente! ¡Y yo os pregunto! ¿No fue Roma castigada severamente por Aníbal? ¿No tuvo eternas dificultades el divino Julio César con Vercingétorix y sus galos? ¡Y Roma finalmente les venció, a todos! ¡Porque Roma siempre vence! ¡Por muchos golpes que reciba, resurge de sus cenizas como el ave Fénix, para asestar el golpe definitivo y triunfar sobre aquellos que la desafían! ¡Arminio y sus queruscos nos han lanzado su desafío¡ ¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Retirarnos como cobardes? ¡Jamás! ¡Volveremos a ése bosque y les devolveremos el desafío con sangre, con su sangre! ¡Se lo debemos a nuestros valientes legionarios caídos ayer en combate, al igual que a nuestras mujeres, que fueron vilmente torturadas y asesinadas! ¡No podemos dejar esta afrenta sin responder! No os mentiré, es posible que ninguno de nosotros salga vivo de aquí, ¡Pero moriremos con honor, y matando tantos teutones como podamos! ¡Y cuando llegue a Roma la noticia de nuestro sacrificio, nos honraran como a dioses, dirán “Varo y sus valientes legionarios dieron su vida por Roma”! ¡Y yo estaré orgulloso de dar la vida por Roma, porque Roma lo es todo! ¡Si Roma muere, el mundo muere con ella! ¡Que me decís, soldados! ¿Estáis conmigo? ¡Por Roma, por el emperador! ¡MUERTE O VICTORIA!

-¡Muerte o victoria!

-¡Muerte o victoria!
-¡MUERTE O VICTORIA!

Seis mil gargantas rugieron con rabia y furor, ningún soldado pensaba ya en desertar, sólo en entrar de una vez en Teutoburgo y aniquilar a esos salvajes.

Bosque de Teutoburgo

La marcha era penosa. El barro acumulado de la tormenta del día anterior hacía el terreno prácticamente impracticable, sobre todo para la caballería.

-Ese Varo es un maldito incompetente, debimos haber dado media vuelta- Numonio Vala refunfuñaba mirando en todas direcciones, preparado para cualquier nuevo ataque sorpresa-su discursito de mierda ha encandilado a los hombres como la miel a las abejas.

Varo, Egio y Cejonio, ya prevenidos, habían ordenado a los legionarios que se dispusieran en posición de ataque, y sobre todo, que los civiles fueran escoltados por dos cohortes, que los rodearían en todo momento.

-Están aquí, nos rodean, pero no podemos verlos-Varo clavó su mirada en la maleza que los rodeaba como si quisiera traspasar las hojas y vislumbrar a los germanos escondidos.

No tuvieron que esperar mucho. Ráfagas de flechas escupidas de entre los árboles acabaron con más romanos, pero enseguida los oficiales ordenaron la formación en testudo, y los escudos se llenaron de dardos que se clavaban con fuerza.

-¡Preparados para el combate, separaos tanto como podáis!-ordenó Varo. Sabía que una de las claves de la matanza del día anterior había sido el apelotonamiento de los legionarios debido a la confusión y el desorden, y no estaba dispuesto a que volviera a suceder.

Los soldados se dispusieron en filas, pero dejando espacios entre ellos, obedeciendo las indicaciones de Varo y los demás oficiales.

Con gritos de guerra ensordecedores, los bárbaros salieron de todas partes para abalanzarse una vez más contra el ejército romano, la cacería empezaba de nuevo.

Vanguardia del ejército romano

A pesar de estar prevenidos esta vez, los legionarios volvían a tener serios problemas en la lucha contra los teutones. Los efectos de la arenga de Varo antes de entrar en el bosque parecieron diluirse ante la brutalidad con la que peleaban los hombres de Arminio, que contaban además con nuevas tropas de relevo frescas para la batalla, mientras que el ejército de Varo se encontraba apenas con un tercio de sus efectivos y los que quedaban estaban exhaustos física y mentalmente.
El hostigamiento germano parecía no tener fin, el impulso de los bárbaros estaba haciendo retroceder a los soldados romanos, que por la inercia estaban volviendo a juntarse demasiado para poder maniobrar adecuadamente.

Ejército germano

Arminio contemplaba  el desarrollo de la refriega desde una protegida posición, sonrió al ver cómo incluso sabiendo lo que les esperaba, los estúpidos romanos eran incapaces de contrarrestar el castigo al que sus tropas estaban sometiéndoles.

-Nos retiramos-ordenó.

Su estado mayor se quedó a cuadros.

-Tenemos la posibilidad de aniquilarles de una vez por todas-protestó Segestes.

-Lo sé, suegro, pero sería demasiado fácil y rápido. Esta gran derrota romana es un plato que prefiero saborear y degustar tranquilamente. Utilizaremos la táctica de guerrillas, les someteremos a ataques intermitentes pero constantes, hasta que ellos mismos supliquen su propia destrucción para dejar de sufrir- Arminio sonrió sardónicamente.

Segestes calló, temiendo por una Germania que muy pronto estaría bajo el dominio de aquel querusco de mente retorcida, era un hombre demasiado peligroso para acaparar el poder absoluto. Habría que hacer algo cuando todo acabara.

Caballería romana

-¡Maldito sea Varo y su orgullo, malditos sean estos salvajes y maldito este bosque y toda Germania!-Exclamó Numonio mientras no dejaba de rajar gargantas teutonas desde lo alto de su montura- ¡Juro por Júpiter Óptimo Máximo que si Varo no nos saca de aquí lo haré yo mismo! ¡Los caballos están aterrados y son ingobernables!

Ya habían caído la mitad de los jinetes que habían sobrevivido a la matanza anterior, lo que dejaba a la turmae con apenas veinte hombres.

-Se acabó-Masculló Numonio- a partir de ahora tomo mis propias decisiones.


Posiciones de los legatus

-¡Tenemos que retirarnos al sur!-Exclamó Cejonio, intentando hacerse oír por encima de los aullidos germanos y el estruendo de armas y escudos.

¡No, podemos aguantar, confiad! ¡Marte está con nosotros!-Varo parecía fuera de sí, berreando mientras no dejaba de cortar brazos, piernas cabezas y cualquier miembro teutón que se le pusiera a su alcance- ¡Morid! ¡Morid, malditos! ¡Por Romaaaaaaaaaaaa!

En un instante, a la voz de sus superiores, los bárbaros frenaron sus embestidas y volvieron a desaparecer como si de espíritus se tratase.

-¿A donde han ido?-Egio formuló la pregunta en nombre de todos.

-No lo sé, pero les perseguiremos hasta el mismísimo Hades si es necesario-contestó rabioso Varo.



Los ataques se prolongaron a lo largo de todo el día, y las tropas romanas, cada vez más desmotivadas, no tenían ya aliento para contener la furia germana; al final del día quedaban poco más de mil hombres.

Finalmente, hasta el ánimo de Varo acabó por agotarse.

-Damos media vuelta- arguyó apretando los dientes para contener las lágrimas de impotencia que anegaban sus ojos.

Egio y Cejonio soltaron un suspiro de alivio, por fin su colega entraba en razón. Su tozudez había provocado la pérdida de casi cinco mil soldados. Cuando los informes llegaran a Roma, no iba a hacer ninguna gracia al césar Augusto ni al pueblo. Seguramente serían cesados de su cargo los tres, y se les retirarían los honores y méritos, pero mejor eso que perder la vida y tres legiones enteras. Debían conseguir devolver a casa a los que quedaban como fuese.

Lo que quedaba del gran ejército que había llegado a Germania se puso en marcha para salir lo antes posible de aquel bosque de muerte y sangre.

Lo peor fue ver de nuevo a todos los cadáveres romanos que habían dejado atrás, y no sólo de legionarios; mujeres, ancianos y niños que los acompañaban yacían por todas partes, y pronto serían pasto de los animales y las aves carroñeras.

Algunos soldados no pudieron soportarlo y se echaron a llorar desconsoladamente y otros vomitaron ante el espanto que ofrecía el tétrico paisaje.

Cuando estaban a punto de llegar al claro del bosque, los exploradores dieron la voz de alarma. Un tribuno se encargó de hacer llegar el mensaje a los legatus.

-Un ejército nos espera al otro lado del claro-informó.

-¿Cuántos?

El tribuno tragó saliva.

-Quince mil, quizás más.

Varo intentó obviar la abrumadora cifra.

-Que los hombres se dispongan en ataque. Esta vez estamos en campo abierto, les haremos sufrir todo lo que podamos- indicó, sediento de venganza.


Vanguardia del ejército romano

los legionarios que quedaban se posicionaron en una larga línea defensiva que ocupaba casi todo el ancho del claro, Varo no quería dejar ni un sólo hueco. La oportunidad de resarcirse aunque fuera mínimamente del horror sufrido en los dos últimos días le había levantado el ánimo de nuevo.
Estaban en inferioridad numérica, pero el campo de batalla había cambiado y tenían que aprovecharlo al máximo.

-¡Que Numonio cargue con sus jinetes contra esos malditos!-ordenó.


Vanguardia del ejército germano

Arminio había dispuesto a sus tropas en aquel claro con la idea de cortar la retirada de los romanos y borrarlos del mapa, ahora sí, definitivamente. La diferencia de efectivos era ridículamente desigual: unos mil romanos contra quince mil germanos, y ya estaba reuniendo a más hombres de otras tribus que habían decidido unirse a su causa.

Arminio vio cómo los romanos empezaban a avanzar.

-Ahora estamos a campo abierto, es la especialidad de los ejércitos de Roma, no subestimes la escasez de los soldados que quedan-le advirtió su suegro Segestes.
-No temas, querido Segestes, esto es lo que queda en Germania de la gran Roma, mil hombres que aplastaré en un golpe final, este día será recordado para toda la eternidad, el día que la presencia romana despareció para siempre de nuestra gran Germania.

Arminio se giró y vio como la caballería romana se lanzaba ya al galope contra sus hombres, y rápidamente dio la orden de atacar.


Caballería romana

-¡Por fin Varo toma una decisión con la que estoy de acuerdo!-aceptó Numonio cuando le llegó la orden de cargar-¡Adelante, por marte, mandemos al infierno a esos cabrones!

Los jinetes dejaron que sus monturas empezaran a galopar con la furia y el brío de los mejores caballos traídos de Hispania.

En terreno despejado la caballería cogía gran ventaja por la fuerza y la velocidad de la embestida del caballo y porque era mucho más difícil alcanzar al jinete desde el suelo. Era el momento de aprovecharlo.

Numonio y sus jinetes barrieron a la mayor parte de las primeras cargas germanas. Aullando con la rabia del infierno vivido, se regocijaron dando muerte a decenas de teutones.

Los bárbaros intentaban recomponerse y atacar, pero entonces Numonio ordenaba retirada para volver a realizar una potente carga que rompía una y otra vez las filas germanas.

Así, Numonio y sus hombres acabaron con casi un millar de germanos.


Vanguardia del ejército germano

Arminio tenía el rostro lívido de rabia, no podía entender como sus valiosos y valerosos soldados habían podido fracasar en su primer ataque contra unos cuantos jinetes.

Segestes se sonreía en silencio. Por fin una cura de humildad para ese presuntuoso querusco.

-Te lo dije, son mucho más efectivos en terreno abierto.

Arminio se dio la vuelta y encaró a su suegro.

-Esto sólo ha sido la primera carga, en cuanto mande al resto de mis tropas esos malditos romanos serán sólo un recuerdo-parecía escupir cada palabra contra el rostro de Segestes, que empezaba a divertirse al ver por primera vez a Arminio enrabietado.

-Debemos retirarnos y atacarles cuando hayan acampado y estén de nuevo desprevenidos.

-Cuidado, Segestes, que seas mi suegro no quiere decir que estés en mi círculo de confianza, aquí yo estoy al mando y soy yo quien decide lo que se hace.

-Era un consejo, no una orden, por supuesto tu eres nuestro señor-replicó Segestes dibujando con su boca una media sonrisa burlesca.

Arminio clavó sus ojos furibundos en su suegro, cada vez tenía más claro que debía deshacerse de él.

Apartó la vista de Segestes para dar la nueva orden de ataque con una rabia incontenible.

-¡AL ATAQUE! ¡MATADLOS A TODOS!

Las nuevas hordas ya corrían disparadas para masacras a los romanos.



Vanguardia del ejército romano

-¡Bien, por Marte! ¡Numonio y sus caballería han hecho un gran trabajo!-exclamó jubiloso Varo, aún podían revertir algo el desastre.-¡Ahora nos toca a nosotros! ¡Al ataque!

La larga fila romana empezó a avanzar hacia el centro del claro, preparados para recibir el impacto de los bárbaros.

-Arminio ha cometido el error de lanzar a sus hombres contra nosotros demasiado pronto y de forma desordenada-observó Egio- la rabia que siente por el daño que ha infligido nuestra caballería le ha cegado. -¡Formad en testudo!

Los teutones cada vez estaban más cerca.

-¡Lanzad pilum!-exclamaron los legatus.

El cielo se oscureció momentáneamente, cubierto por cientos de jabalinas, que súbitamente iniciaron su descenso para clavarse en varias decenas de teutones.

Las bajas causadas entre los bárbaros fueron notables, teniendo en cuenta la desventajosa situación de los romanos.

Pero aún quedaban cientos de germanos que se estrellaron contra los escudos en alto de los legionarios.

-¡Resistid, Resistid!-Aulló Varo.

Los germanos golpeaban con toda clase de armas, pero la organizada defensa romana, que ahora sí resultaba efectiva, impedía que el enemigo causara graves daños.

-¡Ahora, abriros!-ordenaron los legatus.

Entonces los escudos se abrieron liberando gladios que se clavaban en cualquier cuerpo o miembro germano que encontraban.

Los bárbaros combatían con saña, pero esta vez el combate cuerpo a cuerpo era más ventajoso para el gran equipamiento de los legionarios.

Poco a poco, los germanos fueron perdiendo terreno.

¡Estamos ganando el claro!- gritó Cejonio sonriendo por primera vez en dos días.


Vanguardia del ejército germano

Arminio no podía dar crédito a lo que veía: por primera vez los romanos les estaban plantando cara e incluso les estaban ganando la batalla.

El líder querusco era orgulloso, pero también inteligente, y de Varo estaba aprendiendo que el orgullo puede llevarte a la muerte, pero la inteligencia te puede salvar.

-¡Retirada! ¡Retirada!

La rabia le hacía hervir por dentro, como un fuego incontenible e imposible de apagar, sobre todo porque esta vez su maldito suegro había tenido razón.

-Sólo hemos retrasado lo inevitable-se dijo a sí mismo para calmar su impotencia.


Vanguardia del ejército romano 

-¡Se retiran!¡Se retiran!-exclamaron todos los oficiales llenos de júbilo-¡Por fin Marte y la diosa Fortuna están con nosotros!

Varo se permitió una carcajada que sabía como ningún manjar que hubiese probado en su vida.

-Hemos recuperado la iniciativa en parte, ahora debemos levantar un campamento para pasar la noche.





Todos trabajaron con las fuerzas y los ánimos renovados tras la pequeña victoria para levantar las tiendas y las defensas pertinentes.

-No podrás huir de mí Arminio, te perseguiré allí donde vayas-susurró Varo clavando su vista en el lugar por el cual se había retirado el ejército germano.


Otoño de 9 d. C.
dos días después de la emboscada, campamento romano en las inmediaciones de Teutoburgo.

Varo, Egio y Cejonio estaban reunidos en el praetorium.

-Bien, ahora que he conseguido dañar aunque sea mínimamente el honor de Arminio, y después de mucho reflexionar, he concluido que ahora sí es el momento de replegarnos al valle del Rin.-les informó Varo.

-Es la mejor decisión que has tomado en toda la campaña-rió aliviado Egio.

-Pero en cuanto pase el invierno, tened muy claro que volveremos con un ejército aún más grande y aplastaremos a Arminio y su rebelión. Roma jamás perdona la traición.

-Por supuesto-apoyó Cejonio.

-Volviendo al tema de nuestro repliegue, deberíamos evitar Teutoburgo, ya bastante sangre romana ha corrido en ese bosque infernal-apuntó entonces Egio.

-Ya lo he pensado-contestó Varo -avanzaremos por el franco sudeste del bosque, rodeándolo-y con su dedo índice fue indicando el camino de vuelta que había elegido.

-Es una excelente solución, Arminio no se atreverá a atacarnos a campo abierto tras comprobar que en ese tipo de lucha quizás no pueda hacer efectivos sus ataques -aceptó Egio.

Varo le sonrió, satisfecho de que su colega hubiera captado la otra razón para rodear el bosque, aparte del riesgo que suponía cruzar el mismo de nuevo.

-Yo opino igual-corroboró Cejonio.

-Bien. Ahora brindemos por una honrosa retirada hasta después del invierno, momento en el que nadie podrá detenernos. 

Los tres brindaron y bebieron, disfrutando después de casi tres días por fin de una piadosa calma.


Campamento de Arminio

-Bien, mis espías me han comunicado que los romanos han vuelto a levantar campamento, pero no vamos a atacarles, estarán bien protegidos y con mejores ánimos tras habernos rechazado en el claro- Arminio apretaba la mandíbula de pura rabia.- Esperaremos a que se pongan de nuevo en marcha y volveremos a tenderles una trampa.

-¿Cómo? Ya no se fían, irán prevenidos ante cualquier ataque-contrapuso Segestes. Ya no sabía como frenar el arrojo de su yerno y sabía que todos los pueblos germanos estaban con él. A lo largo de la noche habían ido llegando nuevos guerreros de tribus que se unían a Arminio, su poder e influencia crecía a pasos agigantados.

-Ellos pretenden retirarse de nuevo al Rín, atravesando el franco sudeste de Teutoburgo, quieren evitar a toda costa internarse de nuevo en el bosque: lo rodearán. No podremos usar de nuevo la táctica de emboscarnos, pero podemos sacar ventaja del terreno y de los árboles.

Y Arminio, una vez más, explicó a sus hombres su nuevo y definitivo plan para eliminar a los romanos.



Franco sudeste de Teutoburgo

La columna romana avanzaba a buen paso. A pesar de que no iban a internarse en el bosque, no se fiaban nada de alguna treta germana para volver a meterles en problemas.

Los pocos auxiliares que quedaban y que iban por delante del resto se pararon en seco, palideciendo y empezando a sudar profusamente.

-No...otra vez, no...-exhaló uno de ellos al borde de las lágrimas.


El camino estaba cortado por una gran barricada hecha de tierra y enormes troncos de árboles.

-Nos detenemos...- Varo clavó la vista más allá de la columna, intentando ver qué les impedía el paso. Se temía lo peor.

Un tribuno, de los pocos que quedaban, se acercó a la posición de los legatus para confirmar sus temores.

-Una enorme barrera de tierra y troncos obstaculiza el paso.

-¡Oh, mierda, esta pesadilla no acabará nunca!-aulló con desesperación Cejonio.

Y entonces Varo comprendió que su esperanza había sido sólo eso, una esperanza. Jamás saldrían vivos de allí. Pero si tenían que morir, morirían matando.

-¡Rápido, los germanos caerán sobre nosotros en cualquier momento! ¡Que los hombres caben un foso defensivo a toda prisa y levanten un terraplén defensivo!-Varo daba las órdenes frenéticamente, no había tiempo que perder.

Todos los hombres, soldados y los civiles que quedaban, e incluso los propios legatus y oficiales, se pusieron rápidamente a construir las improvisadas defensas.

Los primeros dardos alcanzaron a muchos de los legionarios, que habían tenido que dejar los escudos para trabajar con las dos manos.

-¡No hay tiempo para más, resguardaros tras el foso y el terraplén!- ordenó Varo.


Pero ambas barreras defensivas habían sido construidas de forma rápida y fueron fácilmente superadas por las tropas germanas que salían de todas partes.

Los teutones fueron rodeando poco a poco a los romanos, que caían uno tras otro, hasta que las últimas defensas se rompieron en grupos demasiado pequeños para poder resistir.

Varo combatía al límite de sus fuerzas, ya no podía más. Un enorme guerrero bárbaro se abalanzó sobre él blandiendo una descomunal hacha que rompió su escudo en dos y le fracturó el brazo, tal fue el impulso del teutón. Varo se agachó cuando el germano iba a rematarle y le clavó el gladio en la espalda. El guerrero se derrumbó como una inmensa mole con un último rictus de rabia dirigido al legatus.


Muerto de dolor,Varo se giró para ver cómo los últimos vestigios de su esplendoroso ejército eran masacrados definitivamente, y de los civiles no quedaba ni rastro. 

-He fracasado, he conducido a treinta mil hombres a la muerte y ni siquiera he podido salvar a una legíon entera-se dijo- Arminio, fuiste mi amigo y has sido mi perdición. Podríamos haber construido una Germania rica, poderosa y fuerte tu y yo juntos, pero has elegido el camino equivocado. Cuando en Roma se sepa esta catástrofe, lanzará todas sus fuerzas contra ti y tu pueblo. Seréis masacrados, cuando podríais haber convivido con nosotros en perfecta armonía, ¡Maldita sea, Arminio! ¿Por qué, por qué lo has hecho?-maldijo entre lágrimas- pero ya no es asunto mío, no veré tu aniquilación, no veré  el castigo que impondrá Roma a tu querida patria, porque he fracasado, y un romano vence o muere, pero nunca fracasa-empuñó con fuerza su gladio con la punta hacia su pecho mientras hablaba-un general que fracasa debe tener su castigo, es el único honor que me queda, dar mi vida en pago por mi ineptitud, ha llegado la hora de mi devotio[ii].

Y con estas últimas palabras, Publio Quintilio Varo, legatus de Germania Magna al frente de tres legiones, se arrojó sobre su arma, sintiendo como el hierro entraba punzante, desgarrando venas y órganos. Cayó de rodillas, intentando taparse con la mano la profunda herida por la que se le escapaban las entrañas y la vida, en un último reflejo del cuerpo de conservar la vida impulsado por  el instinto de supervivencia, más allá de la voluntad. Sus últimos pensamientos fueron para el césar Augusto, el gran emperador que siempre le apoyó y favoreció sus ascensos en la carrera militar. Roma estaba a salvo con el gran Augusto.

-Perdóname césar, perdóname...-susurró entre los últimos estertores.

De pronto no sintió ya dolor, sólo frío, un frío que congelaba su cuerpo de arriba abajo, y después nada. Dejó de ver, y todo fue oscuridad.


Egio observó en la distancia cómo Varo se suicidaba clavándose el gladio.

-¡Nooooooo!-gritó desesperado. La rabia que le invadió en ese momento le insufló energías para adelantarse e ir a por cuantos teutones pudiera.

-¡Legionarios, la desesperación ha hecho a nuestro legatus Publio Quintilo Varo realizar la devotio, el sacrificio más honroso que puede hacer un romano por su patria! ¡Honrémosle acribillando a esos infernales salvajes! ¡Por Roma! ¡Por Varo! ¡Por el emperador!

Y con esta arenga, Egio y sus hombres se abalanzaron contra los bárbaros. Pronto se vieron rodeados, eran apenas cincuenta frente a los cientos de guerreros germanos que los rodeaban por todos los francos.

Egio luchó junto a sus hombres con una valentía inusitada, y mató a unos cuantos germanos, antes de que por fin varias flechas se clavaran en su torso, pero Egio seguía combatiendo, incansable, y su titánico esfuerzo azuzaba a los legionarios. Pero era un imposible.

Finalmente, Egio fue rematado por un hacha que le seccionó el casco y la cabeza en dos. Ninguno de sus hombres sobrevivió.

Cejonio estaba desesperado, sus hombres habían perecido y estaba sólo frente a cientos de germanos.


No lo pudo soportar más y tiró el gladio al suelo, arrodillándose y pidiendo lo peor que podía pedir un soldado romano.

-¡Me rindo! ¡Piedad, piedad!

Los teutones formaron un círculo alrededor de Cejonio. Le observan con una mezcla de  burla y curiosidad.

Abrieron un pasillo, y ante Cejonio apareció el mismo Arminio.

-¿He oído bien, romano? ¿Te has rendido, solicitando piedad?-le interrogó el querusco en latín.

-S-Sí..-contestó el legatus entre jadeos.

-¿Dónde esta mi querido Varo?

-Se ha suicidado, desesperado por la situación.

-Oh...vaya, una pena. Me hubiera encantado tener una última charla con él.

Cejonio le miró con odio, pero sólo consiguió que Arminio le mirara socarronamente.

-Por lo que veo, tu no estás dispuesto a sacrificarte por Roma, pero tampoco luchas hasta el final.

-No soy ningún cobarde, pero es evidente que no tengo ninguna posibilidad. Y vivo puedo...seros útil.

-Vaya, vaya, de cobarde a traidor, vamos mejorando- Se burló el querusco.

-Puedo pasaros información si me devolvéis a Roma-insistió desesperado Cejonio. Nunca lo había admitido ante nadie, pero lo que más temía el legatus era la muerte, cuestión irónica dada su vocación militar.

-¿Sabes que ocurre, romano? Que quien traiciona una vez puede volver a traicionar, no confío en los que ya han traicionado. Y por otro lado, has pedido piedad, que clase de hombre seria si no te concedo la piedad que solicitas, y que mejor piedad que tu muerte, rodeado como estás de tus soldados masacrados, solo, sin posibilidad de huida, y con la vergüenza de haber sufrido nuestro castigo y vivir para contarlo, a tu vuelta a Roma serías repudiado y degradado a soldado raso. Te concedo tu piedad, legatus.

Y tras estas palabras, Arminio, con un rapidísimo movimiento de muñeca, desenvainó su espada para cercenar de un limpio tajo la cabeza del aterrado Cejonio, que rodó hasta los pies del querusco, con una mueca de sorpresa que se quedó grabada en el rostro del romano.

-Clavadla en una pica, será nuestro nuevo estandarte, y buscad el cuerpo de Varo y traedme también su cabeza, será un excelente presente para Marobodo el marcomano-ordenó. Marobodo y los marcomanos se habían mantenido neutrales en el conflicto con Roma, no estaría de más hacerles llegar un aviso.




Numonio Vala estaba rodeado, y sólo le quedaban diez jinetes.

-¡Se acabó! ¡Nos largamos, no pienso dejarme matar por culpa de un general inútil!

-¡Pero señor, la infantería necesita nuestra ayuda!

-¡Al diablo con todos! ¡Yo me voy! ¡Quien quiera que me siga, y quien no que se queda a que lo maten!

Numonio arreó a su montura, que galopó consiguiendo romper el cerco germano, unos pocos jinetes le siguieron.


Estaban llegando al claro, iban a conseguirlo, por fin saldrían de ese atolladero de muerte y podrían regresar al valle del Rín para poner rumbo a...

Sus pensamientos se interrumpieron de golpe, una flecha le acababa de atravesar la garganta.

Lo último que pensó Numonio Vala antes de morir fue lo cerca que había estado de la salvación, tan cerca...

Los últimos jinetes romanos fueron acribillados, ninguno llegó al valle.


El signifer de la legión XIX se defendía con uñas y dientes para conservare el águila. Las otras dos habían sido capturadas por aquellos demonios salvajes y no estaba dispuesto a perder la suya.

Pero los teutones lo cercaban por todos lados. Entonces, el soldado vio una ciénaga a escasos pasos y no lo dudó. Corrió con las últimas fuerzas hacia el pantano y, para sorpresa de los guerreros que le perseguían, se tiró de cabeza con el estandarte. El peso del águila le arrastraba hacia el fondo, empezó a faltarle el aire. El cuerpo le obligó a respirar y le entró agua por la boca y la nariz, los pulmones le ardían de dolor.

“Jamás capturarán el águila de la XIX” pensó con júbilo antes de perder el conocimiento.


Los germanos poco a poco iban venciendo y obligando a rendirse a los reducidos grupos de romanos que aún resistían o que directamente huían. Al anochecer no quedaba en Teutoburgo ni un solo romano vivo.

-Clavad algunos cadáveres en los árboles, como advertencia de quién gobierna Germania ahora, el resto quemadlos-ordenó Arminio.

Miró al cielo estrellado que cubría Germania, su tierra, su nación, la nación que ahora él se encargaría de organizar y gobernar, aunando bajo una sola identidad a todos los pueblos teutones. Cerro los ojos e inspiró. Su sueño daba comienzo.






Otoño de 9 d. C.
Roma, Domus Augusti[iii], unas semanas después del desastre de Varo.

Un grito angustioso recorrió cada estancia de la residencia del césar Augusto, un grito que sobrecogió el corazón de todos, un grito cuyos ecos parecen resonar aún hoy por las paredes de la casa del emperador.

-¿DONDE ESTÁN MIS LEGIONES, VARO? ¡DEVUÉLME MIS LEGIONES!









[i] silla
[ii]Acto de suicidio que llevaba a cabo un general romano cuando consideraba que había sido un incompetente en una batalla, guerra o cualquier otra misión.
[iii]Residencia del emperador Augusto.

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