LAS LÁGRIMAS DE VARO (PRIMERA PARTE)
Otoño de 9 d. C.
Valle del Rin
-Estableced los campamentos al
otro lado del río.-ordenó Publio Quintilio Varo, que comandaba las
legiones XVII, XVIII y XIX como legatusi
de Germania Magna.
Varo había sido elegido cónsul cuatro
años atrás, y más tarde procónsul en África y legado
propetorii
en Siria. Se mostró especialmente hábil en Judea al aplastar la
rebelión judía al morir Herodes 1iii,
de lo que sacó, además de influencia y reconocimiento, una
cuantiosa ganancia económica.
El emperador Augusto lo eligió
entonces como legatus de aquella región germana, con la
misión de establecer definitivamente el poder del Imperio, ya que la
zona, a pesar de haber sido anexionada por Druso primero y Tiberio
después, aún no estaba asentada del todo como provincia romana.
Mientras Varo supervisaba el cruce de
sus legiones por el imponente y caudaloso Rin, oyó un ruido de
cascos que se acercaba. Se giró y vio que se trataba de un
queruscoiv,
con toda seguridad un enviado de Arminio, su líder.
Esperó a que el jinete bajase de su
montura y recuperara el resuello, puesto que había cabalgado lo más
rápido posible para transmitir lo que fuera que quisiese el caudillo
querusco.
-Ave, legatus.- saludó el
mensajero.
-Ave.- correspondió Varo secamente.
Tenía prisa por cruzar de una vez aquel maldito río y no le hacía
ninguna gracia que aquel hombre lo fuera a retrasar, así que lo que
tuviera que trasmitir, más valía que lo dijera ya, si no quería
despertar su genio.
-Arminio te recuerda que necesita
legionarios para defender posiciones y proteger vuestros propios
suministros.....legatus.-A Varo no le pasó desapercibida la
tardanza del querusco en pronunciar su rango, como debía hacerse
como muestra de respeto, ni el tono impertinente, incluso se diría
que irónico, con que lo pronunció.
-Dile a tu jefe que cuando mis legiones
hayan cruzado el río y se hayan asentado los campamentos le enviaré
esas tropas que necesita.
-Necesitamos esas tropas cuanto
antes.-insistió el enviado querusco.
-¿Acaso es Arminio el legatus de
Germania Magna y no se me ha comunicado mi relevo?, soy yo el que
comanda estas legiones, y sólo a mí me corresponde decidir cuándo
y cómo os enviaré tropas de refuerzo. Parte con la respuesta que te
he dado ahora mismo antes de que ordene apresarte.-Le espetó Varo.
Los queruscos eran aliados del Imperio en Germania, pero últimamente
Varo notaba cierta hostilidad para con él y sus tropas.
El mensajero ya iba de vuelta a su
caballo, cuando Varo le llamó de nuevo:
-Espera un momento.
El querusco se giró.
-Dile a Arminio que sigue haciendo un
gran trabajo como aliado nuestro y que le garantizo el envío de esas
tropas en cuanto pueda.
El enviado asintió y se giró de nuevo
para montar en su caballo y salir raudo con la respuesta para su
señor.
Varo suspiró. Él y Arminio habían
forjado una estrecha relación y el apreciaba enormemente a aquel
muchacho, que tan bien había servido a Roma con sus queruscos como
fuerzas auxiliares en las guerras panonianasv,
aunque precisamente desde que él mismo había llegado a Germania
para impulsar la romanización de la región, la relación entre
ambos se había distanciado. Varo estaba convencido de que la única
manera de someter a los bárbaros germanos era mediante el
establecimiento del sistema jurídico romano, pero Arminio era de
espíritu demasiado independiente para entenderlo, a pesar de que él
mismo era ciudadano romano.
-”Vosotros los romanos os buscáis
los problemas solos. No enviáis perros y pastores para vigilar
vuestros rebaños, sino que colocáis lobos hambrientos.vi-
Le había espetado Arminio la última vez que hablaron.
-Tú mismo eres ciudadano romano, mi
querido Arminio- argumentó Varo-la romanización sólo os puede
traer beneficios: leyes que mantengan Germania en orden, mejor
entrenamiento para vuestros guerreros, conocimiento y aprendizaje
para vuestros hijos, sabes que tengo razón.
-Soy ciudadano romano, eso es cierto,
pero también tengo sangre germana, sangre que me hierve al ver cómo
pretendéis acabar con nuestro mundo y nuestras costumbres. Hablas de
las leyes de Roma, ¿En serio eres tan ingenuo como para pensar que
esas leyes se cumplirían aquí? No, amigo mío, aquí la única ley
que vale es la de la espada, y de entrenamiento os hemos demostrado
que precisamente faltos no estamos. Y en cuanto a eso del
aprendizaje, nuestros hijos ya aprenden todo lo necesario para
sobrevivir aquí en Germania. Dime, ¿de qué sirven esos filósofos
y el saber escribir y leer en nuestros bosques y llanuras?
-Nuestras leyes y costumbres son el
único camino-Sentenció Varo muy serio. Quería con afecto sincero
al líder querusco, pero por encima de afectos personales estaba el
Imperio, estaba Roma, y no iba a permitir que nadie, ni siquiera
Arminio, le detuviera en su misión de asentar el dominio imperial.
Arminio lo miró fijamente durante unos
largos minutos. Finalmente habló:
-No temas por el apoyo de los
queruscos, seguiremos siendo aliados, pero me temo que nuestras
diferencias son irreconciliables, a pesar de nuestro mutuo afecto.
-Bien, Roma siempre está agradecida a
quien la ayuda, sigues siendo una pieza fundamental aquí en
Germania, y con eso me doy por satisfecho.-Varo sonrió con tristeza.
Habían pasado semanas desde entonces,
y allí estaban ahora sus tropas, cruzando el Rín para mantener el
orden, pues se habían detectado movimientos extraños entre los
queruscos y otros pueblos germanos.
Arminio le había prometido seguir con
su lealtad, a pesar de que la amistad parecía haberse desquebrajado,
pero Varo lo quería como a un hijo. No le creía capaz de intentar
nada. El amor en muchas ocasiones nos ciega.
Otoño de 9 d. C.
llanuras al noroeste de Germania
-No es posible atacar a tres legiones
bien asentadas en el valle del Rin- expresó nervioso Segestes, el
suegro de Arminio.
Segestes no entendía por qué el líder
querusco, que siempre había sido un fiel aliado de Roma, de repente
quería conducirlos a una traición que sin duda desencadenaría una
guerra contra la maquinaria militar más poderosa del mundo de
consecuencias nada alentadoras. Además, se había visto obligado a
aceptar a regañadientes el matrimonio de su rebelde hija Thusnelda
con aquel vanidoso querusco que pretendía un imposible.
Aquél cónclave lo había convocado
Arminio, y estaban presentes, además de él mismo y Segestes,
guerreros catosvii,
marsosviii
y brúcterosix.
Por supuesto, de aquella reunión secreta nada sabían los romanos.
-Todos me conocéis bien-habló
Arminio- sabéis que he sido educado como romano, y que he combatido
como equitex
y auxiliar de las legiones. Durante años aprecié y admiré a ese
gran imperio por su dominio militar y su eficacia a la hora de
mantener unos territorios tan bastos. Pero cuando vuelvo a mi tierra
natal ¿Qué me encuentro? A un invasor que no sólo pretende hacer
desaparecer nuestra forma de vivir, sino que lo único que anhela es
imponernos su criterio, sin darnos la oportunidad de poder elegir si
acatamos dicho criterio- Arminio calló un momento para que su
mensaje calara en aquellos jefes germanos, necesitaba a todos de su
lado, o su plan sólo sería un sueño desvanecido- Germania es una
gran nación, somos fuertes y siempre combatimos con pundonor, pero
Roma ha llegado para quedarse, y no se detendrá ante nada- Arminio
pensaba en la última conversación entre Varo y él-sus ansias de
expansión han llegado demasiado lejos.
-Has jurado fidelidad a Roma, Arminio,
eres amigo de Varo, y tener a Roma de aliada contra nuestros enemigos
de las otras tribus es un beneficio que no podemos permitirnos
perder-contestó Segestes.
Arminio clavó su mirada en su suegro
con una mezcla de diversión y desprecio. Segestes era un cobarde,
demasiado débil, no tenía la audacia para mirar hacia el futuro, un
futuro que él contemplaba como el inicio de la gran nación
germánica, con todos los pueblos unidos bajo su dirección, pero
todo a su tiempo. Primero Varo, después ya se encargaría de
organizar su gran alianza. Lo esencial ahora era convencer a su
miedoso suegro, su influencia era demasiado grande, si Segestes por
fin aceptaba su plan, todos los allí reunidos no dudarían.
-Sí, es cierto lo que dices, querido
suegro-aceptó-he jurado fidelidad a Roma, y tengo a Varo en muy alta
estima después de haber compartido unas cuantas campañas con él.
Sin embargo, su amor propio parece haber sustituido el afecto que
decía profesarme. En nuestro último encuentro me aseguró que ni
siquiera nuestra amistad le detendría a la hora de extender el
sistema romano por toda Germania. Y yo os pregunto ¿no es acaso esto
una traición? ¿Es así como Roma paga al pueblo que tan eficazmente
le ha servido con sus tropas auxiliares en infinidad de campañas?
¿Eliminando nuestras costumbres y tradiciones?- Arminio fue pasando
su mirada por todos y cada uno de los presentes, veía caras de
asentimiento, pero también ceños fruncidos, aún no los tenía
convencidos. Necesitaba su confianza total e incondicional-¿Con que
autoridad, pues, pueden acusarnos ellos de traición? Os diré lo que
ocurrirá si nos quedamos de brazos cruzados y aceptamos la
romanización: nuestros ancestros serán borrados para siempre, y nos
obligarán a adorar a sus pomposos y vanidosos dioses, a algunos nos
llevaran a Roma para ser exhibidos como si fuésemos animales,
abandonaremos nuestra lengua para tener que hablar su latín,
nuestros hijos crecerán sin un ápice de nuestro fuerte carácter.
Yo me he criado como romano, y sé lo que es perder una parte de tu
identidad, de tu alma. Pero nunca dejé de ser germano. ¿Es eso lo
que queréis para las futuras generaciones? Esto no lo he planeado
sólo pensando en nosotros, si no en los que nos sucederán. ¿Queréis
una Germania sometida a los caprichos de un invasor? Si pensáis así,
es que la nación germana ha muerto para siempre.
Y Arminio calló, esperando una
respuesta. Pasaron unos minutos de tenso y sepulcral silencio.
-Yo no quiero que mis hijos crezcan en
manos de esos malditos-Se oyó una voz de repente.
-¡Ni yo!
-¡Jamás!
-¡Antes muerto que arrodillarse!
-¡Arminio tiene razón!
-¡Les hemos permitido demasiado!
Arminio sonrió, todos estaban de su
parte. Pero Segestes no pronunciaba palabra, necesitaba su aprobación
para terminar de involucrar a todos los pueblos posibles.
Su suegro seguía pensando que era una
locura volverse contra Roma, pero Arminio había conseguido convencer
a todos y si él se negaba quedaría como un cobarde. Suspiró,
sabiendo que iban directos a la muerte y la destrucción de su
pueblo.
-Sea.
Ya estaba decidido, si algún día
contaban la historia de la gran nación germana, Arminio estaba
convencido de que dirían que comenzó en ese momento.
-Pero, como he dicho antes, no sé cómo
pretendes atacar tres legiones bien pertrechadas en medio del
valle-objetó Segestes.
-Yo he dicho que vamos a atacar, pero
no he dicho que vaya a ser en el valle-sonrió maliciosamente el
querusco.
-¿Entonces?-inquirió su suegro.
Arminio se divertía viendo como el
torpe de Segastes no acertaba a ver lo que él vislumbraba como el
agua cristalina.
-No vamos a ir nosotros a por ellos,
sino que ellos vendrán a nosotros.
-¿Estás loco?-estalló Segastes-
pretender que tres legiones enteras avancen hasta nuestras llanuras
es un suicidio. Además ¿cómo vas a conseguir que se movilicen?
-Utilizaremos un señuelo, debemos
provocar un levantamiento, aquí al noroeste, lo suficientemente
alarmante como para que mi querido Varo decida moverse.-explicó
Arminio.
-¿Y luego qué?- preguntaron casi al
unisono todos los jefes.
Arminio se permitió un momento de
silencio para darse importancia y alimentar la intriga de aquellos
guerreros.
-Luego.....Teutoburgo. Y soltó una
sonora carcajada.
Otoño de 9 d. C.
Aliso, campamento de la legión XIX,
a 62 millasxi
de Teutoburgo
Varo descansaba en su praetoriumxii
cuando un tribuno entró con gesto muy serio.
-¿Qué ocurre?-preguntó contrariado.
Sabía que tarde o temprano surgirían problemas con alguna tribu
germana, pero no esperaba que fuera a ser tan rápido.
-Ave, legatus- empezó el
oficial, y al ver la expresión severa de su superior intuyó que no
estaba para formalismos, así que fue al grano-acaba de llegar un
mensajero informando de un levantamiento al norte.
-¿Dónde se encuentra nuestro
informador?
-Aquí mismo, delante del praetorium.
-Hazle pasar.
El tribuno se llevó al pecho y salió
en busca del mensajero. Al instante volvió, acompañado de un joven
legionario, no tendría más de veinte años.
-¿Cuál es tu nombre, legionario?-le
interpeló Varo.
-Quinto….Quinto Máximo,
señor….legatus.- Aquel muchacho había sido reclutado hacía
apenas unos meses y aún le costaba aprenderse las formas y los
saludos a sus superiores, pero Varo no lo tuvo en cuenta, lo urgente
era el informe que traía.
-Los formalismos no son importantes
ahora, hijo-le respondió sonriente, para tranquilizar al legionario,
pero enseguida tornó su rostro de nuevo en marcial seriedad.- ¿Cuál
es la situación?
-Ha estallado una revuelta en las
llanuras del noroeste, el líder de los queruscos está conteniendo
como puede a los sublevados, pero necesita apoyo urgente de las
legiones, legatus.
-¿Arminio?-preguntó Varo enarcando
las cejas. A pesar de sus disputas, parecía que efectivamente seguía
apoyando a Roma. Eso era esencial para mantener el control.
-Sí, Arminio parece agradecido por
las tropas que envió el legatus para proteger nuestras
posiciones, pero ahora necesita el apoyo de las legiones en conjunto
para garantizar el control de la zona.
-Bien, por supuesto hemos de responder
al auxilio de Arminio, ha mostrado ser un aliado hábil y eficaz.
Ahora ve a comer algo y descansar, legionario Quinto Maximo, has
prestado un gran servicio. Mi tribuno te acompañará a uno de los
contuberniumxiii
de mis hombres-Varo miró a su oficial, que asintió.
-Gracias, legatus.
-Espera fuera mientras departo unos
momentos con mi tribuno.
El legionario inclinó la cabeza y
salió de la tienda.
-Hay que enviar mensaje a los
legatus Lucio Egio y Cejonio para que se movilicen, nos pondremos
en movimiento al amanecer y nos uniremos con las legiones XVII y
XVIII para emprender la marcha hacia las llanuras, esa rebelión debe
ser sofocada de inmediato, nos jugamos el control de toda Germania
Magna.
-Así se hará, legatus-el
tribuno esperó por si su superior requería algo más de él, pero
no fue así.
-Puedes retirarte, avisa a las tropas
de que procuren descansar, mañana nos espera una larga marcha.
El oficial saludó marcialmente y
salió.
-Veremos ahora de qué pasta están
hechos estos germanos.-entonó Varo para sí.
Otoño de 9 d. C
Inmediaciones del bosque de
Teutoburgo
La marcha era lenta, demasiado lenta.
Aquella demostración de poder y esplendor hacía entender a quien la
viera porqué Roma gobernaba el mundo.
Al frente de la expedición se situaban
los arqueros y auxiliares, que actuaban como exploradores
reconociendo el terreno. Tras ellos, la vanguardia: una legión de
cinco mil hombres, apoyados por la caballería, de ciento veinte
jinetes. Los seguían los ingenieros y zapadores, que se encargaban
de solventar los posibles obstáculos que pudiese haber en el
terreno, seguidos del primer convoy con los pertrechos de los legatus
Varo, Lucio Egio y Cejonio y los oficiales. La siguiente columna
la formaban los propios legatus y sus extraordinariixiv.
Después, las caballerías de las otras dos legiones: doscientos
cuarenta jinetes, por delante de la artillería romana. Los
siguientes eran los suboficiales y los signiferxv,
precediendo a la verdadera fuerza de aquella inmensa incursión: dos
legiones formadas por diez mil hombres. Finalmente, el convoy con las
provisiones de los legionarios, y cerrando la comitiva, la
retaguardia, compuesta por tropas auxilares: unos diez mil hombres
más.
Además, el ejército iba acompañado
de esposas, familiares, esclavos,prostitutas, comerciantes y otros
civiles. Varo quería mantener contentos y motivados a sus hombres.
En total, estaba al frente de una
mastodóntica columna de más de treinta mil hombres. Demasiados, sin
embargo, para poder avanzar a gran velocidad.
-Vamos demasiado despacio-comentó
preocupado Varo-para cuando lleguemos al norte, puede ser demasiado
tarde para Arminio.
-Deberíamos haber dejado a las
familias y los esclavos en los campamentos, y al menos una de las
legiones.
-No podemos correr riesgos, los
germanos son impulsivos, imprevisibles-argumentó Varo-prefiero ir
sobrado que falto de tropas. Y éstas deben estar animadas.
El terreno se hacía más boscoso a
medida que se acercaban al bosque de Teutoburgo, los zapadores iban a
tener bastante trabajo aquella jornada.
Bosque de Teutoburgo
-¡Les veo, veo a los
romanos!-avisó el cato designado como vigía.
-¡Chissssst! ¡No grites, imbécil!-le
increpó Arminio- conseguirás que nos oigan incluso antes de haber
penetrado. ¿Cuántos?-preguntó aún irritado. Si aquellos inútiles
no sabían ni pasar desapercibidos poco lograrían.
-Tres legiones, mas las tropas
auxiliares, y llevan también a sus familias y algunos civiles,
parece. Llegarán fácilmente a los treinta mil.
-Bien, nosotros llegamos a veinte mil,
pero contamos con el factor sorpresa-comentó a sus hombres, aunque
parecía que casi reflexionaba para sí-ya sabéis cuál es el plan,
a vuestros puestos.
El momento llegaba, el día de su
muerte luchando por su tierra o el comienzo de su sueño. Ambas
opciones eran buenas. Miró al cielo. Sonrió. Parecía que iba a
tener ayuda extra de los dioses.
Inmediaciones de Teutoburgo
-Se avecina tormenta-comentó Cejonio
mirando al cielo.
-Así es-respondió Varo- y no me gusta
nada, si nos pilla la tormenta en este terreno tan abrupto y boscoso
podríamos tener problemas. Los carros pueden encallarse y el avance
de los legionarios con los pesados equipos sería penoso. Que los
auxiliares reconozcan el terreno y los zapadores se adelanten y vayan
abriendo camino para facilitar el paso.-Los oficiales partieron para
dar la orden convenida.
La eterna columna del Imperio se
adentró finalmente en el bosque de Teutoburgo, sin saber que jamás
saldrían.
Bosque de Teutoburgo
Auxiliares romanos
En el interior del oscuro bosque no se
oía absolutamente nada. Era un silencio denso, pesado, demasiada
calma. Pero no había ningún peligro aparente, más allá del
abrupto y estrecho terreno, difícilmente practicable, pero de eso ya
se encargarían los zapadores. Trabajarían deprisa, y pronto
saldrían de esa maraña de árboles. Eso querían pensar.
Zapadores
El terreno era verdaderamente
complicado, debían ir desbrozando y ensanchando el camino. Llegaron
a un pantanal en el que era imposible cruzar si no era construyendo
un pequeño puente, eso les retrasaría, y no les haría ninguna
gracia a los legatus.
Ejército germano emboscado
-Se han detenido, mi señor.-de nuevo
el vigía cato informaba de los movimientos romanos.
Arminio asintió.
-Han dado con uno de esos pantanos
invadeables a no ser mediante un puente.
-Es el momento-saltó uno de los jefes.
-Aún no-negó Arminio mirando al
cielo.
-¡Están desordenados, quietos, a
nuestro alcance!-protestó el germano.
-Esperaremos-zanjó Arminio clavando su
mirada desafiante en el guerrero, que se contuvo a pesar de tener el
rostro rojo de ira.
Pero Arminio ya no le miraba, sólo
estaba pendiente del cielo, quedaba tan poco…
Posición de los legatus
-¿Por qué nos detenemos?-se extrañó
Varo, al comprobar cómo toda la columna se ralentizaba en su avance
hasta quedar finalmente detenida.
En ese momento llegó un oficial a la
altura del legatus con la respuesta.
-legatus, los zapadores han dado
con un pantano que no se puede cruzar si no es construyendo un
improvisado puente, y les llevará un tiempo.
-¡¡Por Cástor y Pólux!!, ¡¡estamos
en medio de un bosque impracticable que se va a poner aún peor en
cuanto estalle la tormenta, y resulta que nos paramos porque mis
soldados no quieren mojarse cruzando un simple pantano!! ¡¡avanzad,
AVANZAD YA!! –aulló rabioso Varo a un desconcertado tribuno, que
se quedó allí clavado.
-Los pantanos no tienen sólo
agua-intervino Lucio Egio para rebajar la tensión- el barro del
fondo puede dejar atrapados a hombres y animales en el fango, lo que
sería una pérdida totalmente evitable, quizás es buena idea que
los zapadores se encarguen.
Varo suspiró exasperado, nadie parecía
entender que no se podían permitir una torrencial tormenta en medio
de ese bosque espeso. Pero no podía negar que su colega tenía
razón. Si forzaba a los hombres y los caballos a cruzar por el
fango, podrían quedar fácilmente atrapados, serían pérdidas
estúpidas.
-¡Sea, por Júpiter!-aceptó por fin-
¡Pero quiero esa pasarela en menos de una hora, tribuno! ¡Trasmítelo
a los zapadores!
El oficial salió disparado como una
centella.
Caballería de vanguardia romana
Numonio Vala, jefe de la caballería
romana, estaba intranquilo en el interior de ese maldito bosque.
Percibía algo que no encajaba, pero no acertaba a encontrar el
origen de su inquietud. Además, tanto él como los jinetes a su
mando no conseguían que sus monturas dejaran de moverse.
-Los caballos están intranquilos,
perciben algo.-se atrevió a comentar uno de los jinetes.
-Es este maldito bosque, encierra algo
que produce desazón.-De repente, al elevar la vista para encontrar
algo de aire puro que respirar, se fijó en las ramas que los
rodeaban. Tenían algo extraño, como si hubiera más ramas de las
que correspondía en cada árbol, y distinguió secciones cortadas y
que estaban unidas como por arte de magia.
-¿Dónde nos hemos metido?-se preguntó
el jefe de la caballería.
Posición de los legatus
-¿Lo oís?-preguntó Varo.
-¿El qué?-respondió Cejonio.
-No he oído nada-dijo Lucio Egio a su
vez.
-Exacto, nada-Varo paseó su mirada
alrededor del bosque que los rodeaba por todas partes-Demasiado
silencio, algo no encaja. ¿y os habéis fijado en los árboles? ¿no
sentís como si sobraran ramas?.
-Ahora que lo dices, la distribución
de las ramas no corresponde a los árboles-se fijó Cejonio- y
algunas es como si estuviesen….
-Cortadas-completó Varo muy serio,
comprendiendo de golpe, como cuando la vida te da un puñetazo de
realidad-el único modo de llegar a la supuesta rebelión era este
bosque…Arminio nos ha vendido.
Carromatos de víveres
La parada obligada por la construcción
de la pasarela sobre el pantano fue recibida con alivio por parte de
las familias, mercaderes, prostitutas y esclavos que acompañaban al
inmenso ejército. Apenas habían dejado de andar desde que salieron
de los campamentos y estaban empezando a encayercerse los pies,
estaban agotados. Aprovecharon para comer y beber, y algunas
prostitutas fueron en busca de hombres que provocar para sacar alguna
moneda, mientras que las mujeres aprovecharon para buscar a sus
esposos entre los soldados. Todos hablaban y reían, sin prestar
atención a la amenaza que se cernía sobre ellos.
Ejército germano emboscado
Arminio mantenía su brazo derecho en
alto, mientras sus hombres no apartaban los ojos de su líder,
preparados para la señal.
De repente, un terrible estruendo
estalló en medio del bosque de Teutoburgo, haciendo que la tierra
temblara como si el mismísimo Thor hubiese golpeado la tierra con su
martillo. Casi al instante, una luz cegadora rasgó en dos el cielo
de Germania.
Arminio bajó el brazo, su plan daba
comienzo.
Vanguardia del ejército romano
El trueno los había sacudido a todos
por dentro, pero nadie tuvo tiempo de inquietarse por aquella
tormenta que se desataba, pues de repente, como si el cielo se
rompiera en pedazos, los legionarios fueron enterrados bajo troncos y
ramas que no dejaban de caer, desordenando por completo la organizada
formación romana.
Confusos, los oficiales intentaban
poner algo de orden en aquel inesperado y súbito desastre.
-¡Formación de ataque!-Aulló el
tribuno de máximo rango-¡reordenaos! ¡ atentos a cualquier mov…!
Pero no pudo acabar la frase: una
flecha acababa de atravesarle la garganta. Cayó de rodillas,
atragantándose con su propia sangre, sentía como se le escapaba la
vida. Dejo de ver, mientras las gotas de lluvia le resbalaban por el
rostro.
La lluvia no era sólo de agua:
infinitos dardos salieron disparados de entre los árboles,
alcanzando de lleno a legionarios que aún ni entendían lo que
ocurría, atravesando cabezas, brazos, torsos y piernas. Las bajas y
los heridos se contaban por cientos.
Posición de los legatus
No paraban de caer troncos, causando un
descomunal desconcierto entre los soldados.
-Es una emboscada- Varo apretó los
labios tan fuerte que apenas dibujaban una línea-Arminio nos ha
conducido a una trampa mortal.-Pero no era el momento para
lamentarse, había que actuar- ¡Cejonio, Elio! Poneos al frente de
vuestras legiones, en primera línea de combate, que los legionarios
vean que sus legatus combaten a su lado, eso les dará
fuerzas! ¡Yo mismo me pondré al mando de la XIX!
Los dos generales fueron raudos a coger
las riendas de sus legiones, no tuvieron tiempo de ver las lágrimas
de Varo.
-Tú eras mi hijo, Arminio. Yo te
quería.
Posición de las legiones XVII y
XVIII
¡Formación en testudoxvi!
¡Formación en testudo!-ordenó Lucio Egio en cuanto llegó.
¡Que no entré ni una flecha más!
¡Mantened la posición!
Pero la desorganización era demasiada
para poder defenderse en condiciones, y la tormenta no ayudaba. La
lluvia era torrencial, y el fango que se empezaba a acumular
provocaba el tropiezo de los soldados, cargados con los pesados
equipos de campaña, y hacía imposible las maniobras de la
caballería: los caballos se habían quedado atrapados en el barro.
¡Hay que proteger al menos a los
civiles! ¡Están demasiado alejados de los carromatos!-gritó
Cejonio, intentando hacerse oír por encima de la tormenta y la
lluvia de flechas que no cesaba.
Un tribuno llegó junto a él, tenía
una flecha clavada en el hombro, pero parecía resistir.
-¡Están demasiado diseminados entre
los soldados, legatus! ¡Habían aprovechado la parada para ir
a buscar a sus familiares!
-¡Llevad de nuevo a todos los que
podáis a los carromatos! ¡y que varias centurias formen un circulo
protector a su alrededor!
-¡Enseguida, legatus!-Y el
oficial salió corriendo presto a cumplir las instrucciones
recibidas.
El lanzamientos de flechas se
interrumpió súbitamente, y hubo unos segundos de calma.
-¿Esto es todo? ¿Sería solo un aviso
de lo que nos espera en el norte?-indagó nervioso Cejonio.
-Oh, no, amigo mío-sonrió tristemente
Lucio Egio- esto no ha hecho más que empezar.
Entonces, se empezó a oír un murmullo
que parecía venir de los árboles, que rápidamente se tornó en un
intenso clamor que llenó de miedo los corazones de cada romano en
Teutoburgo aquella funesta y tormentosa tarde otoñal de 9 d.C.
Caballería de vanguardia romana
Numonio Vala intentaba que su caballo avanzara, pero el barro hacía
casi imposible un desplazamiento rápido, que era lo que más
necesitaban las turmaexvii
en ese momento.
-¡Tenemos que salir a campo abierto como sea o no quedará ni un
romano vivo en este bosque del Hades!
Entonces, como si hubiesen surgido de lo más profundo de la tierra,
la caballería se vio rodeada de rabiosos germanos, con los ojos
inyectados en sangre, y sonriendo de forma macabra.
Los
bárbaros se abalanzaron sobre las turmae;
herían a los caballos aprovechando su poca movilidad, para luego
rematar a sus jinetes cuando caían al suelo.
Numonio
se defendía como podía, un germano fue a clavar su espada en el
lomo de su caballo, pero el jefe de la caballería estuvo más rapido
y le cercenó el brazo, para luego rematarle con una limpia
cuchillada en la garganta. Pero no tuvo respiro, otro germano se le
acercaba ya por la grupa de la montura. Al estar el caballo atrapado
en el fango, fue Numonio el que tuvo que girarse en su silla para
encarar al enemigo. Detuvo el mandoble que le lanzaba el germano,
pero éste aprovechó el franco que el romano había dejado
descubierto para golpearle con un rudimentario escudo en las
costillas. Por un momento, Numonio quedó aturdido por el dolor, pero
enseguida se recompuso para devolver el golpe: con una finta se dejó
caer hacia un lado, haciendo que el germano, que iba directo a
rematarle, no encontrara torso que atravesar con su arma. En ese
instante Numonio clavó su gladioxviii
en
la espalda del guerrero teutón.
Aprovechó
entonces para mirar a su alrededor y comprobar cuál era la situación
de sus turmae y
se quedó pálido como el mármol: los teutones habían hecho
estragos, de los doscientos cuarenta jinetes que Numonio tenía a su
cargo, quedarían poco más de cincuenta. Alrededor solo vio
cadáveres de caballos y jinetes.
-Que
Júpiter nos asista.-imploró al borde del llanto.
Vanguardia del ejército romano
Era un desastre, los teutones mataban diez romanos por cada bárbaro
que caía. Los oficiales se esforzaban por dar órdenes y mantener el
control de la legión, pero ni ellos mismos confiaban en poder
revertir la situación. El ejército romano siempre era eficaz a
campo abierto, pero en un estrecho bosque como aquel, el pesado
equipo, la loricaxix,
los dos pilumxxy
el resto de herramientas de los legionarios eran más bien un estorbo
con el cual no podían maniobrar de forma adecuada, mientras que los
germanos iban sólo con sencillas lanzas y espadas mucho más
ligeras, por lo que luchaban con gran comodidad y fluidez, y estaban
causando innumerables bajas entre los soldados romanos.
-Arminio es un traidor, pero ha jugado bien sus cartas-reflexionó
Varo- conoce la manera de operar de nuestro ejército al haber
combatido junto a nosotros... en el pasado-añadió entre dientes con
rabia.
Posición de las legiones XVII y
XVIII
-¡Nos están masacrando! ¡Hay que ordenar retirada!-aulló Cejonio.
Las legiones XVII y XVIII no corrían mejor suerte; rodeados por
todas partes, los legionarios intentaban formar una línea defensiva,
pero los teutones les obligaban a luchar cuerpo a cuerpo, sabiendo
que los soldados romanos tenían desventaja por su pesado equipo.
-¡Para algunos no hace falta que ordenemos replegarnos!-contestó
Egio, señalando con su gladio empapado de sangre germana
hacia un punto que no alcanzaba a ver Cejonio.
Éste se volvió y observo cómo muchos legionarios huían
directamente de los bárbaros, cosa que tampoco les servía de mucho,
ya que enseguida los guerreros teutones les alcanzaban para darles
muerte, y en muchos casos, cortarles la cabeza.
-¡Hay que salir del bosque! ¡Ya mismo!-insistió Cejonio.
Carromatos de víveres
Los civiles habían volcado muchos de los carros, en un intento
desesperado por protegerse de los terribles germanos, que no tenían
piedad con nadie. Había llegado una cohortexxi
para formar un círculo defensivo, pero no aguantarían mucho
más; la mitad de los legionarios habían caído, aunque los que
quedaban combatían con la disciplina y el honor inculcados desde que
habían sido alistados.
Muchos esclavos habían aprovechado para escapar con la esperanza de
tener al fin libertad, pero la única libertad que habían hallado
era la muerte, por manos germanas.
Muchas mujeres estaban siendo torturadas y violadas hasta suplicar la
muerte, única piedad que les concedían los bárbaros finalmente.
Aquello era un infierno.
Vanguardia del ejército romano
Varo tuvo que rendirse a lo evidente.
-Tribuno, nos replegamos, no tiene sentido seguir atrapados en este
atolladero de muerte, que toquen retirada, y trasmite la orden a los
legatus.
Ejercito
germano
-¡Se retiran! ¡Intentan volver al claro!- Avisó uno de los jefes
germanos.
-Bien, les dejaremos-contestó Arminio.
-¡Podemos aniquilarles ahora por completo!-protestaron varios.
-No, por mucho que les hayamos pillado completamente desprevenidos y
les hayamos causado graves daños, siguen siendo soldados de Roma,
son un ejército demasiado poderoso para poder barrerlo de un sólo
golpe, les daremos respiro para que se relajen y en el momento
oportuno volveremos a atacar-explicó Arminio.
-Pero pueden hacerse fuertes si se reorganizan, tú mismo has dicho
que es el mejor ejército-insistió otro líder teutón.
-”Según las circunstancias resulten favorables, es necesario
modificar los propios planes”xxii-contestó
sonriente Arminio.
iLegatus:
general
del Ejército
romano,
equivalente a un moderno oficial general o lugarteniente
iiLegado
propetor:embajador
de la República
romana que
era nombrado por el Senado para una misión (legatio)
ante una nación extranjera, así como a los embajadores que iban a
Roma de otros países
ivQueruscos:
tribu
germánica (tomando
el calificativo romano) que habitó partes del valle del Rin y
el norte de las llanuras y los bosques del noroeste de Alemania,
en la zona comprendida entre la actual Osnabrück y Hanóver,
durante el siglo
I a. C. y
el siglo
I.
vGuerras
panonianas : Conquistada
por Roma entre35 a. C. y 10 a. C.,
Panonia, en la frontera del Imperio
romano sufrió
el choque de incontables invasiones bárbaras y fue fuerte e
intensamente romanizada.
viFrase
de un líder germano recogida por Dión Casio y atribuida aquí a
Arminio por razones narrativas.
viiCatos:
antigua tribu
germánica que
se estableció en la región central y septentrional de Hesse y
en la región meridional de Baja
Sajonia,
a lo largo del curso superior del río Weser y
en los valles y montañas en las regiones de los
ríos Eder, Fulda y Werra;
un distrito correspondiente aproximadamente aHesse-Kassel,
aunque probablemente algo más amplio.
viiiMarsos
: pueblo de Italia
central que
vivía en la época
romana en
el entorno del Lago
Fucino.
Tenía al este a los pelignos,
al norte a los sabinos y vestinos,
y al oeste y al sur a los ecuos, hérnicos y volscos.
Eran de origen sabino y estaban emparentados con
los marrucinos, pelignos y vestinos.
ixBrúcteros:
tribu
germánica ubicada en el noroeste de la actual Alemania,
entre los ríos Lippe y Ems al
sur del bosque
de Teutoburgo,
actualmente norte de Renania
del Norte-Westfalia,
entre los años 100 a. C. y 350.
x
Equite: formaban
una clase
social de
la antigua
Roma,
conocidos allí como Ordo
equester ('clase
ecuestre'). A través de la historia este estatus
social fue
cambiando en dignidad y costumbres. En la época imperial,
los équites tenían derecho a llevar el angustus
clavus:
las dos franjas de púrpura de
dos dedos de ancho en la túnica como símbolo de su posición.
xi
Unos 100 KM
xii
Praetorium: tienda
o edificio del comandante de una fortificación romana
xiii
Contubernium: unidad
mínima del ejército
romano.
Estaba
formada por ocho soldados de infantería que compartían tienda,
impedimenta común y mula para trasportarla en los campamentos de
marcha y desplazamientos, y que en los campamentos permanentes
compartían habitación en los barracones.
xvi
Testudo: formación
defensiva en la cual
los
legionarios se
cubrían con sus scutum
(escudos) solapándolos
a modo de caparazón, mientras que la primera fila de hombres
protegía el frente de la formación con los suyos levantándolos
hasta el centro de su cara. En caso de necesidad, los soldados de
los flancos y los de la última fila podían también cubrir los
lados y la parte posterior de la formación, aunque entonces la
protección de la capa de escudos que
cubría el cuadro era inconclusa al reducirse su número.
xviiiGladio:
espada corta utilizada por los
legionarios, longitud de medio metro aprox.
xixLorica
: armadura utilizada por el
ejército romano en la época imperial
xxPilum:
especie de lanza o javalina
utilizada en el ejército romano, de aprox 2 metros de longitud.
Cada legionario llevaba dos, el ligero y el pesado.
xxiCohorte:
unidad
táctica de infantería constituida en general de un sólo tipo de
soldados en el ejército
romano,
y fue creada con las reformas
de Mario.
Más tarde, antes del Principado,
este término adquirió un sentido más amplio y definió a una
unidad militar.
xxiiDel
libro “El arte de la guerra, de Sun Tzu
No hay comentarios:
Publicar un comentario