martes, 22 de marzo de 2016

Mi rincón literario

LAS LÁGRIMAS DE VARO (SEGUNDA PARTE)

Otoño de 9 d. C
Inmediaciones de Teutoburgo, campamento romano,  al anochecer

-¿A cuántos hombres hemos perdido?-Preguntó apesadumbrado Varo. Estaban reunidos en el praetorium del improvisado campamento él, Egio y Cejonio, acompañados de los tribunos y otros oficiales de alto rango. Tras la masacre urdida por los malditos teutones, el enorme ejército romano, ahora reducido casi un tercio, se había replegado y habían conseguido asentarse en  un campamento provisional con ayuda de los zapadores, que habían levantado un terraplén defensivo, como era habitual en las maniobras romanas.

El encargado de organizar el recuento de bajas tragó saliva antes de contestar, las palabras no querían salir de su boca y sudaba profusamente.

-¡Por Cástor y Pólux, centurión, te he preguntado cuantas bajas hemos sufrido! ¡Contesta!

El oficial tragó saliva una vez más antes de dar la desalentadora cifra.

-Diez…diez mil muertos, legatus, y algo más de mil heridos…

El silencio que cayó sobre la tienda de los generales era tan pesado que casi les oprimía y no les dejaba respirar en condiciones.

-Tenemos que organizarnos.-Varo intentó reaccionar-que todo hombre que pueda caminar y empuñar un arma se prepare para defender en caso de un nuevo ataque, me da igual que sea soldado o civil. Y que se redoble la guardia, va a ser una noche muy larga.

El centurión y los demás oficiales salieron de la tienda para trasmitir las indicaciones del legatus.

-¿Qué vamos a hacer?-preguntó desesperado Cejonio ahora que los tres generales se habían quedado solos- Cada segundo que estamos aquí quietos aumenta la posibilidad de que esos bárbaros desalmados vuelvan a atacarnos y esta vez nos borrarán del mapa como si jamás hubiésemos pisado esta infernal tierra.

-Deberíamos retornar al valle del Rin y hacernos de nuevo fuertes allí-coincidió Egio- a campo abierto nuestro ejército es mucho más efectivo, les podemos devolver el golpe de forma contundente.

-¿No lo entendéis verdad?-replicó Varo-¡Precisamente es lo que busca ese malnacido traidor de Arminio, que les dejemos el territorio despejado! ¡Si nos retiramos, daremos una imagen de debilidad que hará a los pueblos de toda Germania alzarse contra Roma, y eso es algo que jamás permitiré, antes la muerte!

-¡Mejor retirarnos ahora que podemos que acabar con nuestros huesos en suelo teutón!-protestó Cejonio- Enfrentándonos aquí a Arminio y sus hombres sólo hallaremos la muerte, y si Germania se queda sin legiones entonces sí que los demás pueblos tendrán vía libre para rechazar la presencia del Imperio. Pero si nos asentamos en el valle del Rin, aún tenemos posibilidades, y siempre podemos solicitar más legiones a nuestro césar Augusto.

-¿Y quedar como un inútil? No amigo mío- contestó Varo-yo he metido a tres legiones en este bosque, y yo seré quien las saque.

-¡Pues sácalas ya!-razonó Egio.-¡Aprovechemos que no nos atacan!

-Un romano jamás huye-sentenció Varo.

En el bosque

-Han levantado un campamento en el claro-informó un espía querusco a Arminio.

-Parece que se resisten a admitir la derrota-se mofó éste.

-Deberíamos atacarles, aunque tengan empalizadas, ahora sólo cuentan con un tercio de las fuerzas que tenían, eso sin contar los heridos. No están en condiciones de defenderse.-razonó el líder brúctero.

-Haremos incursiones puntuales, pero no quiero un ataque contundente. –Explicó Varo- quiero que se vean obligados a elegir entre retirarse al Rin, lo cual sería una humillación para ellos, o arriesgarse a internarse de nuevo en el bosque, lo que sería su fin. Ambas opciones significan una gran victoria para nosotros- Arminio sonrió. Su sueño empezaba a ser realidad.

Campamento romano

-¡Alarma, alarma! ¡los germanos atacan!-el vigía del campamento se dejaba la voz.

Un tribuno irrumpió en el praetorium para avisar a Varo.

El  legatus  se levantó de la sella[i] donde estaba estudiando mapas de Germania como un resorte.

-¡Da aviso de inmediato a los legatus Egio y Cejonio!

Cogiendo su gladio, Varo salió de la tienda y se dirigió de inmediato a la empalizada para dirigir personalmente la defensa.

-¡Arqueros, preparados! ¡A mi señal!-Varo esperó a que las tropas teutonas estuviesen a tiro, no quería que se desperdiciara ni una sola flecha-¡Ahora, por Júpiter, no falléis ningún blanco!

Las flechas romanas salieron disparadas con la furia y la rabia de haber perdido  hermanos, amigos, padres e hijos para caer sobre los germanos causando unas cuantas bajas, pero no era suficiente.

Por su parte, los bárbaros respondieron con su propia lluvia de flechas.

Testudo!-Aulló Varo.

La mayoría de los dardos  se clavaron en los escudos, esta vez las bajas romanas fueron mínimas.
Pero cuando los arqueros romanos se disponían a lanzar la segunda andanada, de repente los germanos dieron media vuelta para internarse de nuevo en el bosque, como si de una aparición fantasmal se tratara.

-¿Por qué han huido?-preguntó Cejonio, que estaba ya en la empalizada junto a Egio.

-No les interesa un ataque en masa, creo que quieren ponernos en una encerrona: o volvemos al Rin o nos internamos de nuevo en su maldito bosque. Arminio sabe que ambas opciones serían un duro golpe para el Imperio.-contestó Varo.

-Pues más vale una derrota con supervivientes que una aniquilación total.

Varo se alejó de la empalizada sin decir nada.

Los germanos hicieron dos ataques relámpago más a lo largo de aquella larga noche, en las cuales causaron algunas bajas romanas más, aunque también ellos sufrieron pérdidas.

Al amanecer

-No tiene sentido seguir alargando esta agonía-Varo se había reunido de nuevo con Egio y Cejonio en el praetorium.- levantaremos campamento para internarnos de nuevo en el bosque.

Egio y Cejonio se miraron sin decir nada.

-Sé lo que estáis pensando, volver a ese bosque no es la mejor de las opciones.

-Es una locura, Varo-se atrevió a formular Egio.

-Entra en razón, te estás dejando llevar por la rabia que sientes al saberte traicionado por Arminio, pero si entramos de nuevo en ese bosque, no saldremos, y lo sabes.-Apoyó Cejonio.

-Ayer no teníamos ni idea de lo que nos esperaba, no estábamos prevenidos. Ahora sabemos lo que nos vamos a encontrar, además, dejaremos atrás todos los carros y pertrechos y avanzaremos sólo con lo imprescindible.-argumentó Varo.

-Por favor, escúchanos-imploró ya desesperadamente Egio -los legionarios no se encuentran en condiciones ni físicas ni anímicas para volver a Teutoburgo, sería una tortura mental para ellos, debemos volver. ¡Debemos volver!

-¡BASTA! ¿ACASO CREÉIS QUE NO SE QUE SIENTE UN SOLDADO CUANDO SE ENFRENTA  A UNA  MASACRE COMO ÉSTA? ¡QUE PREFERÍS, MORIR CON HONOR O SER EL HAZMERREÍR DE TODA ROMA Y SER DESPOJADOS DE VUESTRAS INSIGNIAS DE SERVICIO Y VALOR? ¡VAMOS A VOLVER  A ESE BOSQUE Y SI ES NECESARIO TALARÉ SUS PUTOS ÁRBOLES UNO A UNO! ¿ESTÁ CLARO?

Los gritos de Varo sobresaltaron a los que más cerca se encontraban del praetorium, pero ningún oficial se asomó a la tienda por temor a soliviantar aún más los nervios del  legatus.

Egio y Cejonio se resignaron, la decisión estaba tomada.

-¿Qué hacemos con los muertos?

-Enterradlos, no quiero que sirvan de alimento a ningún animal de esta región de mierda.

Cejonio y Egio salieron de la tienda cabizbajos.

¡El amor propio del maldito Varo nos llevará a todos al Hades!-estalló Egio.

-No tenemos nada que hacer, así que disfrutemos estos últimos momentos de vida, echemos un trago antes de ponernos en marcha.

Egio se calmó y sonrió tristemente.

-Será un placer acompañarte al Hades, mi buen Cejonio.


Lo que quedaba del ejército romano, unos seis mil hombres, desmontó la empalizada y las tiendas para ponerse de nuevo en marcha.

Al enterarse de que el objetivo era volver a Teutoburgo, muchos soldados empezaron a protestar abiertamente, muchos incluso pensaban en la deserción para unirse a los teutones. La situación era crítica.

-Debemos hacer algo, o estallará un motín- Egio cada vez tenía más claro que todo terminaría en desastre.

-Yo me encargo-contestó Varo.

Se giró para mirar a los seis mil romanos que quedaban en aquella apartada tierra.

-¡Legionarios! ¡civiles! ¡Escuchadme! ¡Sé que os aterra volver a ese bosque infernal donde ayer sufrimos uno de  los peores golpes en la historia de nuestra gloriosa Roma! ¡Yo mismo siento ese miedo ante estas tribus bárbaras y despiadadas que lo único que buscan es el caos y el desorden para atentar contra nuestro civilizado mundo! ¡Ellos no entienden de leyes, no entienden de normas, sólo son un puñado de salvajes rabiosos y rencorosos que desean nuestro mal! ¡Envidian nuestro poder, y nuestro dominio del mundo, de las artes y de la guerra! ¡Pero es cierto que ayer fueron ellos los vencedores, y de forma terriblemente contundente! ¡Y yo os pregunto! ¿No fue Roma castigada severamente por Aníbal? ¿No tuvo eternas dificultades el divino Julio César con Vercingétorix y sus galos? ¡Y Roma finalmente les venció, a todos! ¡Porque Roma siempre vence! ¡Por muchos golpes que reciba, resurge de sus cenizas como el ave Fénix, para asestar el golpe definitivo y triunfar sobre aquellos que la desafían! ¡Arminio y sus queruscos nos han lanzado su desafío¡ ¿Qué debemos hacer nosotros? ¿Retirarnos como cobardes? ¡Jamás! ¡Volveremos a ése bosque y les devolveremos el desafío con sangre, con su sangre! ¡Se lo debemos a nuestros valientes legionarios caídos ayer en combate, al igual que a nuestras mujeres, que fueron vilmente torturadas y asesinadas! ¡No podemos dejar esta afrenta sin responder! No os mentiré, es posible que ninguno de nosotros salga vivo de aquí, ¡Pero moriremos con honor, y matando tantos teutones como podamos! ¡Y cuando llegue a Roma la noticia de nuestro sacrificio, nos honraran como a dioses, dirán “Varo y sus valientes legionarios dieron su vida por Roma”! ¡Y yo estaré orgulloso de dar la vida por Roma, porque Roma lo es todo! ¡Si Roma muere, el mundo muere con ella! ¡Que me decís, soldados! ¿Estáis conmigo? ¡Por Roma, por el emperador! ¡MUERTE O VICTORIA!

-¡Muerte o victoria!

-¡Muerte o victoria!
-¡MUERTE O VICTORIA!

Seis mil gargantas rugieron con rabia y furor, ningún soldado pensaba ya en desertar, sólo en entrar de una vez en Teutoburgo y aniquilar a esos salvajes.

Bosque de Teutoburgo

La marcha era penosa. El barro acumulado de la tormenta del día anterior hacía el terreno prácticamente impracticable, sobre todo para la caballería.

-Ese Varo es un maldito incompetente, debimos haber dado media vuelta- Numonio Vala refunfuñaba mirando en todas direcciones, preparado para cualquier nuevo ataque sorpresa-su discursito de mierda ha encandilado a los hombres como la miel a las abejas.

Varo, Egio y Cejonio, ya prevenidos, habían ordenado a los legionarios que se dispusieran en posición de ataque, y sobre todo, que los civiles fueran escoltados por dos cohortes, que los rodearían en todo momento.

-Están aquí, nos rodean, pero no podemos verlos-Varo clavó su mirada en la maleza que los rodeaba como si quisiera traspasar las hojas y vislumbrar a los germanos escondidos.

No tuvieron que esperar mucho. Ráfagas de flechas escupidas de entre los árboles acabaron con más romanos, pero enseguida los oficiales ordenaron la formación en testudo, y los escudos se llenaron de dardos que se clavaban con fuerza.

-¡Preparados para el combate, separaos tanto como podáis!-ordenó Varo. Sabía que una de las claves de la matanza del día anterior había sido el apelotonamiento de los legionarios debido a la confusión y el desorden, y no estaba dispuesto a que volviera a suceder.

Los soldados se dispusieron en filas, pero dejando espacios entre ellos, obedeciendo las indicaciones de Varo y los demás oficiales.

Con gritos de guerra ensordecedores, los bárbaros salieron de todas partes para abalanzarse una vez más contra el ejército romano, la cacería empezaba de nuevo.

Vanguardia del ejército romano

A pesar de estar prevenidos esta vez, los legionarios volvían a tener serios problemas en la lucha contra los teutones. Los efectos de la arenga de Varo antes de entrar en el bosque parecieron diluirse ante la brutalidad con la que peleaban los hombres de Arminio, que contaban además con nuevas tropas de relevo frescas para la batalla, mientras que el ejército de Varo se encontraba apenas con un tercio de sus efectivos y los que quedaban estaban exhaustos física y mentalmente.
El hostigamiento germano parecía no tener fin, el impulso de los bárbaros estaba haciendo retroceder a los soldados romanos, que por la inercia estaban volviendo a juntarse demasiado para poder maniobrar adecuadamente.

Ejército germano

Arminio contemplaba  el desarrollo de la refriega desde una protegida posición, sonrió al ver cómo incluso sabiendo lo que les esperaba, los estúpidos romanos eran incapaces de contrarrestar el castigo al que sus tropas estaban sometiéndoles.

-Nos retiramos-ordenó.

Su estado mayor se quedó a cuadros.

-Tenemos la posibilidad de aniquilarles de una vez por todas-protestó Segestes.

-Lo sé, suegro, pero sería demasiado fácil y rápido. Esta gran derrota romana es un plato que prefiero saborear y degustar tranquilamente. Utilizaremos la táctica de guerrillas, les someteremos a ataques intermitentes pero constantes, hasta que ellos mismos supliquen su propia destrucción para dejar de sufrir- Arminio sonrió sardónicamente.

Segestes calló, temiendo por una Germania que muy pronto estaría bajo el dominio de aquel querusco de mente retorcida, era un hombre demasiado peligroso para acaparar el poder absoluto. Habría que hacer algo cuando todo acabara.

Caballería romana

-¡Maldito sea Varo y su orgullo, malditos sean estos salvajes y maldito este bosque y toda Germania!-Exclamó Numonio mientras no dejaba de rajar gargantas teutonas desde lo alto de su montura- ¡Juro por Júpiter Óptimo Máximo que si Varo no nos saca de aquí lo haré yo mismo! ¡Los caballos están aterrados y son ingobernables!

Ya habían caído la mitad de los jinetes que habían sobrevivido a la matanza anterior, lo que dejaba a la turmae con apenas veinte hombres.

-Se acabó-Masculló Numonio- a partir de ahora tomo mis propias decisiones.


Posiciones de los legatus

-¡Tenemos que retirarnos al sur!-Exclamó Cejonio, intentando hacerse oír por encima de los aullidos germanos y el estruendo de armas y escudos.

¡No, podemos aguantar, confiad! ¡Marte está con nosotros!-Varo parecía fuera de sí, berreando mientras no dejaba de cortar brazos, piernas cabezas y cualquier miembro teutón que se le pusiera a su alcance- ¡Morid! ¡Morid, malditos! ¡Por Romaaaaaaaaaaaa!

En un instante, a la voz de sus superiores, los bárbaros frenaron sus embestidas y volvieron a desaparecer como si de espíritus se tratase.

-¿A donde han ido?-Egio formuló la pregunta en nombre de todos.

-No lo sé, pero les perseguiremos hasta el mismísimo Hades si es necesario-contestó rabioso Varo.



Los ataques se prolongaron a lo largo de todo el día, y las tropas romanas, cada vez más desmotivadas, no tenían ya aliento para contener la furia germana; al final del día quedaban poco más de mil hombres.

Finalmente, hasta el ánimo de Varo acabó por agotarse.

-Damos media vuelta- arguyó apretando los dientes para contener las lágrimas de impotencia que anegaban sus ojos.

Egio y Cejonio soltaron un suspiro de alivio, por fin su colega entraba en razón. Su tozudez había provocado la pérdida de casi cinco mil soldados. Cuando los informes llegaran a Roma, no iba a hacer ninguna gracia al césar Augusto ni al pueblo. Seguramente serían cesados de su cargo los tres, y se les retirarían los honores y méritos, pero mejor eso que perder la vida y tres legiones enteras. Debían conseguir devolver a casa a los que quedaban como fuese.

Lo que quedaba del gran ejército que había llegado a Germania se puso en marcha para salir lo antes posible de aquel bosque de muerte y sangre.

Lo peor fue ver de nuevo a todos los cadáveres romanos que habían dejado atrás, y no sólo de legionarios; mujeres, ancianos y niños que los acompañaban yacían por todas partes, y pronto serían pasto de los animales y las aves carroñeras.

Algunos soldados no pudieron soportarlo y se echaron a llorar desconsoladamente y otros vomitaron ante el espanto que ofrecía el tétrico paisaje.

Cuando estaban a punto de llegar al claro del bosque, los exploradores dieron la voz de alarma. Un tribuno se encargó de hacer llegar el mensaje a los legatus.

-Un ejército nos espera al otro lado del claro-informó.

-¿Cuántos?

El tribuno tragó saliva.

-Quince mil, quizás más.

Varo intentó obviar la abrumadora cifra.

-Que los hombres se dispongan en ataque. Esta vez estamos en campo abierto, les haremos sufrir todo lo que podamos- indicó, sediento de venganza.


Vanguardia del ejército romano

los legionarios que quedaban se posicionaron en una larga línea defensiva que ocupaba casi todo el ancho del claro, Varo no quería dejar ni un sólo hueco. La oportunidad de resarcirse aunque fuera mínimamente del horror sufrido en los dos últimos días le había levantado el ánimo de nuevo.
Estaban en inferioridad numérica, pero el campo de batalla había cambiado y tenían que aprovecharlo al máximo.

-¡Que Numonio cargue con sus jinetes contra esos malditos!-ordenó.


Vanguardia del ejército germano

Arminio había dispuesto a sus tropas en aquel claro con la idea de cortar la retirada de los romanos y borrarlos del mapa, ahora sí, definitivamente. La diferencia de efectivos era ridículamente desigual: unos mil romanos contra quince mil germanos, y ya estaba reuniendo a más hombres de otras tribus que habían decidido unirse a su causa.

Arminio vio cómo los romanos empezaban a avanzar.

-Ahora estamos a campo abierto, es la especialidad de los ejércitos de Roma, no subestimes la escasez de los soldados que quedan-le advirtió su suegro Segestes.
-No temas, querido Segestes, esto es lo que queda en Germania de la gran Roma, mil hombres que aplastaré en un golpe final, este día será recordado para toda la eternidad, el día que la presencia romana despareció para siempre de nuestra gran Germania.

Arminio se giró y vio como la caballería romana se lanzaba ya al galope contra sus hombres, y rápidamente dio la orden de atacar.


Caballería romana

-¡Por fin Varo toma una decisión con la que estoy de acuerdo!-aceptó Numonio cuando le llegó la orden de cargar-¡Adelante, por marte, mandemos al infierno a esos cabrones!

Los jinetes dejaron que sus monturas empezaran a galopar con la furia y el brío de los mejores caballos traídos de Hispania.

En terreno despejado la caballería cogía gran ventaja por la fuerza y la velocidad de la embestida del caballo y porque era mucho más difícil alcanzar al jinete desde el suelo. Era el momento de aprovecharlo.

Numonio y sus jinetes barrieron a la mayor parte de las primeras cargas germanas. Aullando con la rabia del infierno vivido, se regocijaron dando muerte a decenas de teutones.

Los bárbaros intentaban recomponerse y atacar, pero entonces Numonio ordenaba retirada para volver a realizar una potente carga que rompía una y otra vez las filas germanas.

Así, Numonio y sus hombres acabaron con casi un millar de germanos.


Vanguardia del ejército germano

Arminio tenía el rostro lívido de rabia, no podía entender como sus valiosos y valerosos soldados habían podido fracasar en su primer ataque contra unos cuantos jinetes.

Segestes se sonreía en silencio. Por fin una cura de humildad para ese presuntuoso querusco.

-Te lo dije, son mucho más efectivos en terreno abierto.

Arminio se dio la vuelta y encaró a su suegro.

-Esto sólo ha sido la primera carga, en cuanto mande al resto de mis tropas esos malditos romanos serán sólo un recuerdo-parecía escupir cada palabra contra el rostro de Segestes, que empezaba a divertirse al ver por primera vez a Arminio enrabietado.

-Debemos retirarnos y atacarles cuando hayan acampado y estén de nuevo desprevenidos.

-Cuidado, Segestes, que seas mi suegro no quiere decir que estés en mi círculo de confianza, aquí yo estoy al mando y soy yo quien decide lo que se hace.

-Era un consejo, no una orden, por supuesto tu eres nuestro señor-replicó Segestes dibujando con su boca una media sonrisa burlesca.

Arminio clavó sus ojos furibundos en su suegro, cada vez tenía más claro que debía deshacerse de él.

Apartó la vista de Segestes para dar la nueva orden de ataque con una rabia incontenible.

-¡AL ATAQUE! ¡MATADLOS A TODOS!

Las nuevas hordas ya corrían disparadas para masacras a los romanos.



Vanguardia del ejército romano

-¡Bien, por Marte! ¡Numonio y sus caballería han hecho un gran trabajo!-exclamó jubiloso Varo, aún podían revertir algo el desastre.-¡Ahora nos toca a nosotros! ¡Al ataque!

La larga fila romana empezó a avanzar hacia el centro del claro, preparados para recibir el impacto de los bárbaros.

-Arminio ha cometido el error de lanzar a sus hombres contra nosotros demasiado pronto y de forma desordenada-observó Egio- la rabia que siente por el daño que ha infligido nuestra caballería le ha cegado. -¡Formad en testudo!

Los teutones cada vez estaban más cerca.

-¡Lanzad pilum!-exclamaron los legatus.

El cielo se oscureció momentáneamente, cubierto por cientos de jabalinas, que súbitamente iniciaron su descenso para clavarse en varias decenas de teutones.

Las bajas causadas entre los bárbaros fueron notables, teniendo en cuenta la desventajosa situación de los romanos.

Pero aún quedaban cientos de germanos que se estrellaron contra los escudos en alto de los legionarios.

-¡Resistid, Resistid!-Aulló Varo.

Los germanos golpeaban con toda clase de armas, pero la organizada defensa romana, que ahora sí resultaba efectiva, impedía que el enemigo causara graves daños.

-¡Ahora, abriros!-ordenaron los legatus.

Entonces los escudos se abrieron liberando gladios que se clavaban en cualquier cuerpo o miembro germano que encontraban.

Los bárbaros combatían con saña, pero esta vez el combate cuerpo a cuerpo era más ventajoso para el gran equipamiento de los legionarios.

Poco a poco, los germanos fueron perdiendo terreno.

¡Estamos ganando el claro!- gritó Cejonio sonriendo por primera vez en dos días.


Vanguardia del ejército germano

Arminio no podía dar crédito a lo que veía: por primera vez los romanos les estaban plantando cara e incluso les estaban ganando la batalla.

El líder querusco era orgulloso, pero también inteligente, y de Varo estaba aprendiendo que el orgullo puede llevarte a la muerte, pero la inteligencia te puede salvar.

-¡Retirada! ¡Retirada!

La rabia le hacía hervir por dentro, como un fuego incontenible e imposible de apagar, sobre todo porque esta vez su maldito suegro había tenido razón.

-Sólo hemos retrasado lo inevitable-se dijo a sí mismo para calmar su impotencia.


Vanguardia del ejército romano 

-¡Se retiran!¡Se retiran!-exclamaron todos los oficiales llenos de júbilo-¡Por fin Marte y la diosa Fortuna están con nosotros!

Varo se permitió una carcajada que sabía como ningún manjar que hubiese probado en su vida.

-Hemos recuperado la iniciativa en parte, ahora debemos levantar un campamento para pasar la noche.





Todos trabajaron con las fuerzas y los ánimos renovados tras la pequeña victoria para levantar las tiendas y las defensas pertinentes.

-No podrás huir de mí Arminio, te perseguiré allí donde vayas-susurró Varo clavando su vista en el lugar por el cual se había retirado el ejército germano.


Otoño de 9 d. C.
dos días después de la emboscada, campamento romano en las inmediaciones de Teutoburgo.

Varo, Egio y Cejonio estaban reunidos en el praetorium.

-Bien, ahora que he conseguido dañar aunque sea mínimamente el honor de Arminio, y después de mucho reflexionar, he concluido que ahora sí es el momento de replegarnos al valle del Rin.-les informó Varo.

-Es la mejor decisión que has tomado en toda la campaña-rió aliviado Egio.

-Pero en cuanto pase el invierno, tened muy claro que volveremos con un ejército aún más grande y aplastaremos a Arminio y su rebelión. Roma jamás perdona la traición.

-Por supuesto-apoyó Cejonio.

-Volviendo al tema de nuestro repliegue, deberíamos evitar Teutoburgo, ya bastante sangre romana ha corrido en ese bosque infernal-apuntó entonces Egio.

-Ya lo he pensado-contestó Varo -avanzaremos por el franco sudeste del bosque, rodeándolo-y con su dedo índice fue indicando el camino de vuelta que había elegido.

-Es una excelente solución, Arminio no se atreverá a atacarnos a campo abierto tras comprobar que en ese tipo de lucha quizás no pueda hacer efectivos sus ataques -aceptó Egio.

Varo le sonrió, satisfecho de que su colega hubiera captado la otra razón para rodear el bosque, aparte del riesgo que suponía cruzar el mismo de nuevo.

-Yo opino igual-corroboró Cejonio.

-Bien. Ahora brindemos por una honrosa retirada hasta después del invierno, momento en el que nadie podrá detenernos. 

Los tres brindaron y bebieron, disfrutando después de casi tres días por fin de una piadosa calma.


Campamento de Arminio

-Bien, mis espías me han comunicado que los romanos han vuelto a levantar campamento, pero no vamos a atacarles, estarán bien protegidos y con mejores ánimos tras habernos rechazado en el claro- Arminio apretaba la mandíbula de pura rabia.- Esperaremos a que se pongan de nuevo en marcha y volveremos a tenderles una trampa.

-¿Cómo? Ya no se fían, irán prevenidos ante cualquier ataque-contrapuso Segestes. Ya no sabía como frenar el arrojo de su yerno y sabía que todos los pueblos germanos estaban con él. A lo largo de la noche habían ido llegando nuevos guerreros de tribus que se unían a Arminio, su poder e influencia crecía a pasos agigantados.

-Ellos pretenden retirarse de nuevo al Rín, atravesando el franco sudeste de Teutoburgo, quieren evitar a toda costa internarse de nuevo en el bosque: lo rodearán. No podremos usar de nuevo la táctica de emboscarnos, pero podemos sacar ventaja del terreno y de los árboles.

Y Arminio, una vez más, explicó a sus hombres su nuevo y definitivo plan para eliminar a los romanos.



Franco sudeste de Teutoburgo

La columna romana avanzaba a buen paso. A pesar de que no iban a internarse en el bosque, no se fiaban nada de alguna treta germana para volver a meterles en problemas.

Los pocos auxiliares que quedaban y que iban por delante del resto se pararon en seco, palideciendo y empezando a sudar profusamente.

-No...otra vez, no...-exhaló uno de ellos al borde de las lágrimas.


El camino estaba cortado por una gran barricada hecha de tierra y enormes troncos de árboles.

-Nos detenemos...- Varo clavó la vista más allá de la columna, intentando ver qué les impedía el paso. Se temía lo peor.

Un tribuno, de los pocos que quedaban, se acercó a la posición de los legatus para confirmar sus temores.

-Una enorme barrera de tierra y troncos obstaculiza el paso.

-¡Oh, mierda, esta pesadilla no acabará nunca!-aulló con desesperación Cejonio.

Y entonces Varo comprendió que su esperanza había sido sólo eso, una esperanza. Jamás saldrían vivos de allí. Pero si tenían que morir, morirían matando.

-¡Rápido, los germanos caerán sobre nosotros en cualquier momento! ¡Que los hombres caben un foso defensivo a toda prisa y levanten un terraplén defensivo!-Varo daba las órdenes frenéticamente, no había tiempo que perder.

Todos los hombres, soldados y los civiles que quedaban, e incluso los propios legatus y oficiales, se pusieron rápidamente a construir las improvisadas defensas.

Los primeros dardos alcanzaron a muchos de los legionarios, que habían tenido que dejar los escudos para trabajar con las dos manos.

-¡No hay tiempo para más, resguardaros tras el foso y el terraplén!- ordenó Varo.


Pero ambas barreras defensivas habían sido construidas de forma rápida y fueron fácilmente superadas por las tropas germanas que salían de todas partes.

Los teutones fueron rodeando poco a poco a los romanos, que caían uno tras otro, hasta que las últimas defensas se rompieron en grupos demasiado pequeños para poder resistir.

Varo combatía al límite de sus fuerzas, ya no podía más. Un enorme guerrero bárbaro se abalanzó sobre él blandiendo una descomunal hacha que rompió su escudo en dos y le fracturó el brazo, tal fue el impulso del teutón. Varo se agachó cuando el germano iba a rematarle y le clavó el gladio en la espalda. El guerrero se derrumbó como una inmensa mole con un último rictus de rabia dirigido al legatus.


Muerto de dolor,Varo se giró para ver cómo los últimos vestigios de su esplendoroso ejército eran masacrados definitivamente, y de los civiles no quedaba ni rastro. 

-He fracasado, he conducido a treinta mil hombres a la muerte y ni siquiera he podido salvar a una legíon entera-se dijo- Arminio, fuiste mi amigo y has sido mi perdición. Podríamos haber construido una Germania rica, poderosa y fuerte tu y yo juntos, pero has elegido el camino equivocado. Cuando en Roma se sepa esta catástrofe, lanzará todas sus fuerzas contra ti y tu pueblo. Seréis masacrados, cuando podríais haber convivido con nosotros en perfecta armonía, ¡Maldita sea, Arminio! ¿Por qué, por qué lo has hecho?-maldijo entre lágrimas- pero ya no es asunto mío, no veré tu aniquilación, no veré  el castigo que impondrá Roma a tu querida patria, porque he fracasado, y un romano vence o muere, pero nunca fracasa-empuñó con fuerza su gladio con la punta hacia su pecho mientras hablaba-un general que fracasa debe tener su castigo, es el único honor que me queda, dar mi vida en pago por mi ineptitud, ha llegado la hora de mi devotio[ii].

Y con estas últimas palabras, Publio Quintilio Varo, legatus de Germania Magna al frente de tres legiones, se arrojó sobre su arma, sintiendo como el hierro entraba punzante, desgarrando venas y órganos. Cayó de rodillas, intentando taparse con la mano la profunda herida por la que se le escapaban las entrañas y la vida, en un último reflejo del cuerpo de conservar la vida impulsado por  el instinto de supervivencia, más allá de la voluntad. Sus últimos pensamientos fueron para el césar Augusto, el gran emperador que siempre le apoyó y favoreció sus ascensos en la carrera militar. Roma estaba a salvo con el gran Augusto.

-Perdóname césar, perdóname...-susurró entre los últimos estertores.

De pronto no sintió ya dolor, sólo frío, un frío que congelaba su cuerpo de arriba abajo, y después nada. Dejó de ver, y todo fue oscuridad.


Egio observó en la distancia cómo Varo se suicidaba clavándose el gladio.

-¡Nooooooo!-gritó desesperado. La rabia que le invadió en ese momento le insufló energías para adelantarse e ir a por cuantos teutones pudiera.

-¡Legionarios, la desesperación ha hecho a nuestro legatus Publio Quintilo Varo realizar la devotio, el sacrificio más honroso que puede hacer un romano por su patria! ¡Honrémosle acribillando a esos infernales salvajes! ¡Por Roma! ¡Por Varo! ¡Por el emperador!

Y con esta arenga, Egio y sus hombres se abalanzaron contra los bárbaros. Pronto se vieron rodeados, eran apenas cincuenta frente a los cientos de guerreros germanos que los rodeaban por todos los francos.

Egio luchó junto a sus hombres con una valentía inusitada, y mató a unos cuantos germanos, antes de que por fin varias flechas se clavaran en su torso, pero Egio seguía combatiendo, incansable, y su titánico esfuerzo azuzaba a los legionarios. Pero era un imposible.

Finalmente, Egio fue rematado por un hacha que le seccionó el casco y la cabeza en dos. Ninguno de sus hombres sobrevivió.

Cejonio estaba desesperado, sus hombres habían perecido y estaba sólo frente a cientos de germanos.


No lo pudo soportar más y tiró el gladio al suelo, arrodillándose y pidiendo lo peor que podía pedir un soldado romano.

-¡Me rindo! ¡Piedad, piedad!

Los teutones formaron un círculo alrededor de Cejonio. Le observan con una mezcla de  burla y curiosidad.

Abrieron un pasillo, y ante Cejonio apareció el mismo Arminio.

-¿He oído bien, romano? ¿Te has rendido, solicitando piedad?-le interrogó el querusco en latín.

-S-Sí..-contestó el legatus entre jadeos.

-¿Dónde esta mi querido Varo?

-Se ha suicidado, desesperado por la situación.

-Oh...vaya, una pena. Me hubiera encantado tener una última charla con él.

Cejonio le miró con odio, pero sólo consiguió que Arminio le mirara socarronamente.

-Por lo que veo, tu no estás dispuesto a sacrificarte por Roma, pero tampoco luchas hasta el final.

-No soy ningún cobarde, pero es evidente que no tengo ninguna posibilidad. Y vivo puedo...seros útil.

-Vaya, vaya, de cobarde a traidor, vamos mejorando- Se burló el querusco.

-Puedo pasaros información si me devolvéis a Roma-insistió desesperado Cejonio. Nunca lo había admitido ante nadie, pero lo que más temía el legatus era la muerte, cuestión irónica dada su vocación militar.

-¿Sabes que ocurre, romano? Que quien traiciona una vez puede volver a traicionar, no confío en los que ya han traicionado. Y por otro lado, has pedido piedad, que clase de hombre seria si no te concedo la piedad que solicitas, y que mejor piedad que tu muerte, rodeado como estás de tus soldados masacrados, solo, sin posibilidad de huida, y con la vergüenza de haber sufrido nuestro castigo y vivir para contarlo, a tu vuelta a Roma serías repudiado y degradado a soldado raso. Te concedo tu piedad, legatus.

Y tras estas palabras, Arminio, con un rapidísimo movimiento de muñeca, desenvainó su espada para cercenar de un limpio tajo la cabeza del aterrado Cejonio, que rodó hasta los pies del querusco, con una mueca de sorpresa que se quedó grabada en el rostro del romano.

-Clavadla en una pica, será nuestro nuevo estandarte, y buscad el cuerpo de Varo y traedme también su cabeza, será un excelente presente para Marobodo el marcomano-ordenó. Marobodo y los marcomanos se habían mantenido neutrales en el conflicto con Roma, no estaría de más hacerles llegar un aviso.




Numonio Vala estaba rodeado, y sólo le quedaban diez jinetes.

-¡Se acabó! ¡Nos largamos, no pienso dejarme matar por culpa de un general inútil!

-¡Pero señor, la infantería necesita nuestra ayuda!

-¡Al diablo con todos! ¡Yo me voy! ¡Quien quiera que me siga, y quien no que se queda a que lo maten!

Numonio arreó a su montura, que galopó consiguiendo romper el cerco germano, unos pocos jinetes le siguieron.


Estaban llegando al claro, iban a conseguirlo, por fin saldrían de ese atolladero de muerte y podrían regresar al valle del Rín para poner rumbo a...

Sus pensamientos se interrumpieron de golpe, una flecha le acababa de atravesar la garganta.

Lo último que pensó Numonio Vala antes de morir fue lo cerca que había estado de la salvación, tan cerca...

Los últimos jinetes romanos fueron acribillados, ninguno llegó al valle.


El signifer de la legión XIX se defendía con uñas y dientes para conservare el águila. Las otras dos habían sido capturadas por aquellos demonios salvajes y no estaba dispuesto a perder la suya.

Pero los teutones lo cercaban por todos lados. Entonces, el soldado vio una ciénaga a escasos pasos y no lo dudó. Corrió con las últimas fuerzas hacia el pantano y, para sorpresa de los guerreros que le perseguían, se tiró de cabeza con el estandarte. El peso del águila le arrastraba hacia el fondo, empezó a faltarle el aire. El cuerpo le obligó a respirar y le entró agua por la boca y la nariz, los pulmones le ardían de dolor.

“Jamás capturarán el águila de la XIX” pensó con júbilo antes de perder el conocimiento.


Los germanos poco a poco iban venciendo y obligando a rendirse a los reducidos grupos de romanos que aún resistían o que directamente huían. Al anochecer no quedaba en Teutoburgo ni un solo romano vivo.

-Clavad algunos cadáveres en los árboles, como advertencia de quién gobierna Germania ahora, el resto quemadlos-ordenó Arminio.

Miró al cielo estrellado que cubría Germania, su tierra, su nación, la nación que ahora él se encargaría de organizar y gobernar, aunando bajo una sola identidad a todos los pueblos teutones. Cerro los ojos e inspiró. Su sueño daba comienzo.






Otoño de 9 d. C.
Roma, Domus Augusti[iii], unas semanas después del desastre de Varo.

Un grito angustioso recorrió cada estancia de la residencia del césar Augusto, un grito que sobrecogió el corazón de todos, un grito cuyos ecos parecen resonar aún hoy por las paredes de la casa del emperador.

-¿DONDE ESTÁN MIS LEGIONES, VARO? ¡DEVUÉLME MIS LEGIONES!









[i] silla
[ii]Acto de suicidio que llevaba a cabo un general romano cuando consideraba que había sido un incompetente en una batalla, guerra o cualquier otra misión.
[iii]Residencia del emperador Augusto.

martes, 15 de marzo de 2016

Mi rincón literario


LAS LÁGRIMAS DE VARO (PRIMERA PARTE)

Otoño de 9 d. C.

Valle del Rin

-Estableced los campamentos al otro lado del río.-ordenó Publio Quintilio Varo, que comandaba las legiones XVII, XVIII y XIX como legatusi de Germania Magna.

Varo había sido elegido cónsul cuatro años atrás, y más tarde procónsul en África y legado propetorii en Siria. Se mostró especialmente hábil en Judea al aplastar la rebelión judía al morir Herodes 1iii, de lo que sacó, además de influencia y reconocimiento, una cuantiosa ganancia económica.
El emperador Augusto lo eligió entonces como legatus de aquella región germana, con la misión de establecer definitivamente el poder del Imperio, ya que la zona, a pesar de haber sido anexionada por Druso primero y Tiberio después, aún no estaba asentada del todo como provincia romana.

Mientras Varo supervisaba el cruce de sus legiones por el imponente y caudaloso Rin, oyó un ruido de cascos que se acercaba. Se giró y vio que se trataba de un queruscoiv, con toda seguridad un enviado de Arminio, su líder.

Esperó a que el jinete bajase de su montura y recuperara el resuello, puesto que había cabalgado lo más rápido posible para transmitir lo que fuera que quisiese el caudillo querusco.

-Ave, legatus.- saludó el mensajero.

-Ave.- correspondió Varo secamente. Tenía prisa por cruzar de una vez aquel maldito río y no le hacía ninguna gracia que aquel hombre lo fuera a retrasar, así que lo que tuviera que trasmitir, más valía que lo dijera ya, si no quería despertar su genio.

-Arminio te recuerda que necesita legionarios para defender posiciones y proteger vuestros propios suministros.....legatus.-A Varo no le pasó desapercibida la tardanza del querusco en pronunciar su rango, como debía hacerse como muestra de respeto, ni el tono impertinente, incluso se diría que irónico, con que lo pronunció.

-Dile a tu jefe que cuando mis legiones hayan cruzado el río y se hayan asentado los campamentos le enviaré esas tropas que necesita.

-Necesitamos esas tropas cuanto antes.-insistió el enviado querusco.

-¿Acaso es Arminio el legatus de Germania Magna y no se me ha comunicado mi relevo?, soy yo el que comanda estas legiones, y sólo a mí me corresponde decidir cuándo y cómo os enviaré tropas de refuerzo. Parte con la respuesta que te he dado ahora mismo antes de que ordene apresarte.-Le espetó Varo. Los queruscos eran aliados del Imperio en Germania, pero últimamente Varo notaba cierta hostilidad para con él y sus tropas.

El mensajero ya iba de vuelta a su caballo, cuando Varo le llamó de nuevo:

-Espera un momento.

El querusco se giró.

-Dile a Arminio que sigue haciendo un gran trabajo como aliado nuestro y que le garantizo el envío de esas tropas en cuanto pueda.

El enviado asintió y se giró de nuevo para montar en su caballo y salir raudo con la respuesta para su señor.

Varo suspiró. Él y Arminio habían forjado una estrecha relación y el apreciaba enormemente a aquel muchacho, que tan bien había servido a Roma con sus queruscos como fuerzas auxiliares en las guerras panonianasv, aunque precisamente desde que él mismo había llegado a Germania para impulsar la romanización de la región, la relación entre ambos se había distanciado. Varo estaba convencido de que la única manera de someter a los bárbaros germanos era mediante el establecimiento del sistema jurídico romano, pero Arminio era de espíritu demasiado independiente para entenderlo, a pesar de que él mismo era ciudadano romano.

-”Vosotros los romanos os buscáis los problemas solos. No enviáis perros y pastores para vigilar vuestros rebaños, sino que colocáis lobos hambrientos.vi- Le había espetado Arminio la última vez que hablaron.

-Tú mismo eres ciudadano romano, mi querido Arminio- argumentó Varo-la romanización sólo os puede traer beneficios: leyes que mantengan Germania en orden, mejor entrenamiento para vuestros guerreros, conocimiento y aprendizaje para vuestros hijos, sabes que tengo razón.

-Soy ciudadano romano, eso es cierto, pero también tengo sangre germana, sangre que me hierve al ver cómo pretendéis acabar con nuestro mundo y nuestras costumbres. Hablas de las leyes de Roma, ¿En serio eres tan ingenuo como para pensar que esas leyes se cumplirían aquí? No, amigo mío, aquí la única ley que vale es la de la espada, y de entrenamiento os hemos demostrado que precisamente faltos no estamos. Y en cuanto a eso del aprendizaje, nuestros hijos ya aprenden todo lo necesario para sobrevivir aquí en Germania. Dime, ¿de qué sirven esos filósofos y el saber escribir y leer en nuestros bosques y llanuras?

-Nuestras leyes y costumbres son el único camino-Sentenció Varo muy serio. Quería con afecto sincero al líder querusco, pero por encima de afectos personales estaba el Imperio, estaba Roma, y no iba a permitir que nadie, ni siquiera Arminio, le detuviera en su misión de asentar el dominio imperial.

Arminio lo miró fijamente durante unos largos minutos. Finalmente habló:

-No temas por el apoyo de los queruscos, seguiremos siendo aliados, pero me temo que nuestras diferencias son irreconciliables, a pesar de nuestro mutuo afecto.

-Bien, Roma siempre está agradecida a quien la ayuda, sigues siendo una pieza fundamental aquí en Germania, y con eso me doy por satisfecho.-Varo sonrió con tristeza.

Habían pasado semanas desde entonces, y allí estaban ahora sus tropas, cruzando el Rín para mantener el orden, pues se habían detectado movimientos extraños entre los queruscos y otros pueblos germanos.

Arminio le había prometido seguir con su lealtad, a pesar de que la amistad parecía haberse desquebrajado, pero Varo lo quería como a un hijo. No le creía capaz de intentar nada. El amor en muchas ocasiones nos ciega.
Otoño de 9 d. C.
llanuras al noroeste de Germania

-No es posible atacar a tres legiones bien asentadas en el valle del Rin- expresó nervioso Segestes, el suegro de Arminio.

Segestes no entendía por qué el líder querusco, que siempre había sido un fiel aliado de Roma, de repente quería conducirlos a una traición que sin duda desencadenaría una guerra contra la maquinaria militar más poderosa del mundo de consecuencias nada alentadoras. Además, se había visto obligado a aceptar a regañadientes el matrimonio de su rebelde hija Thusnelda con aquel vanidoso querusco que pretendía un imposible.

Aquél cónclave lo había convocado Arminio, y estaban presentes, además de él mismo y Segestes, guerreros catosvii, marsosviii y brúcterosix. Por supuesto, de aquella reunión secreta nada sabían los romanos.

-Todos me conocéis bien-habló Arminio- sabéis que he sido educado como romano, y que he combatido como equitex y auxiliar de las legiones. Durante años aprecié y admiré a ese gran imperio por su dominio militar y su eficacia a la hora de mantener unos territorios tan bastos. Pero cuando vuelvo a mi tierra natal ¿Qué me encuentro? A un invasor que no sólo pretende hacer desaparecer nuestra forma de vivir, sino que lo único que anhela es imponernos su criterio, sin darnos la oportunidad de poder elegir si acatamos dicho criterio- Arminio calló un momento para que su mensaje calara en aquellos jefes germanos, necesitaba a todos de su lado, o su plan sólo sería un sueño desvanecido- Germania es una gran nación, somos fuertes y siempre combatimos con pundonor, pero Roma ha llegado para quedarse, y no se detendrá ante nada- Arminio pensaba en la última conversación entre Varo y él-sus ansias de expansión han llegado demasiado lejos.

-Has jurado fidelidad a Roma, Arminio, eres amigo de Varo, y tener a Roma de aliada contra nuestros enemigos de las otras tribus es un beneficio que no podemos permitirnos perder-contestó Segestes.

Arminio clavó su mirada en su suegro con una mezcla de diversión y desprecio. Segestes era un cobarde, demasiado débil, no tenía la audacia para mirar hacia el futuro, un futuro que él contemplaba como el inicio de la gran nación germánica, con todos los pueblos unidos bajo su dirección, pero todo a su tiempo. Primero Varo, después ya se encargaría de organizar su gran alianza. Lo esencial ahora era convencer a su miedoso suegro, su influencia era demasiado grande, si Segestes por fin aceptaba su plan, todos los allí reunidos no dudarían.

-Sí, es cierto lo que dices, querido suegro-aceptó-he jurado fidelidad a Roma, y tengo a Varo en muy alta estima después de haber compartido unas cuantas campañas con él. Sin embargo, su amor propio parece haber sustituido el afecto que decía profesarme. En nuestro último encuentro me aseguró que ni siquiera nuestra amistad le detendría a la hora de extender el sistema romano por toda Germania. Y yo os pregunto ¿no es acaso esto una traición? ¿Es así como Roma paga al pueblo que tan eficazmente le ha servido con sus tropas auxiliares en infinidad de campañas? ¿Eliminando nuestras costumbres y tradiciones?- Arminio fue pasando su mirada por todos y cada uno de los presentes, veía caras de asentimiento, pero también ceños fruncidos, aún no los tenía convencidos. Necesitaba su confianza total e incondicional-¿Con que autoridad, pues, pueden acusarnos ellos de traición? Os diré lo que ocurrirá si nos quedamos de brazos cruzados y aceptamos la romanización: nuestros ancestros serán borrados para siempre, y nos obligarán a adorar a sus pomposos y vanidosos dioses, a algunos nos llevaran a Roma para ser exhibidos como si fuésemos animales, abandonaremos nuestra lengua para tener que hablar su latín, nuestros hijos crecerán sin un ápice de nuestro fuerte carácter. Yo me he criado como romano, y sé lo que es perder una parte de tu identidad, de tu alma. Pero nunca dejé de ser germano. ¿Es eso lo que queréis para las futuras generaciones? Esto no lo he planeado sólo pensando en nosotros, si no en los que nos sucederán. ¿Queréis una Germania sometida a los caprichos de un invasor? Si pensáis así, es que la nación germana ha muerto para siempre.

Y Arminio calló, esperando una respuesta. Pasaron unos minutos de tenso y sepulcral silencio.

-Yo no quiero que mis hijos crezcan en manos de esos malditos-Se oyó una voz de repente.

-¡Ni yo!

-¡Jamás!

-¡Antes muerto que arrodillarse!

-¡Arminio tiene razón!

-¡Les hemos permitido demasiado!

Arminio sonrió, todos estaban de su parte. Pero Segestes no pronunciaba palabra, necesitaba su aprobación para terminar de involucrar a todos los pueblos posibles.

Su suegro seguía pensando que era una locura volverse contra Roma, pero Arminio había conseguido convencer a todos y si él se negaba quedaría como un cobarde. Suspiró, sabiendo que iban directos a la muerte y la destrucción de su pueblo.

-Sea.

Ya estaba decidido, si algún día contaban la historia de la gran nación germana, Arminio estaba convencido de que dirían que comenzó en ese momento.

-Pero, como he dicho antes, no sé cómo pretendes atacar tres legiones bien pertrechadas en medio del valle-objetó Segestes.

-Yo he dicho que vamos a atacar, pero no he dicho que vaya a ser en el valle-sonrió maliciosamente el querusco.

-¿Entonces?-inquirió su suegro.

Arminio se divertía viendo como el torpe de Segastes no acertaba a ver lo que él vislumbraba como el agua cristalina.

-No vamos a ir nosotros a por ellos, sino que ellos vendrán a nosotros.


-¿Estás loco?-estalló Segastes- pretender que tres legiones enteras avancen hasta nuestras llanuras es un suicidio. Además ¿cómo vas a conseguir que se movilicen?

-Utilizaremos un señuelo, debemos provocar un levantamiento, aquí al noroeste, lo suficientemente alarmante como para que mi querido Varo decida moverse.-explicó Arminio.

-¿Y luego qué?- preguntaron casi al unisono todos los jefes.

Arminio se permitió un momento de silencio para darse importancia y alimentar la intriga de aquellos guerreros.

-Luego.....Teutoburgo. Y soltó una sonora carcajada.



Otoño de 9 d. C.
Aliso, campamento de la legión XIX, a 62 millasxi de Teutoburgo

Varo descansaba en su praetoriumxii cuando un tribuno entró con gesto muy serio.

-¿Qué ocurre?-preguntó contrariado. Sabía que tarde o temprano surgirían problemas con alguna tribu germana, pero no esperaba que fuera a ser tan rápido.

-Ave, legatus- empezó el oficial, y al ver la expresión severa de su superior intuyó que no estaba para formalismos, así que fue al grano-acaba de llegar un mensajero informando de un levantamiento al norte.

-¿Dónde se encuentra nuestro informador?

-Aquí mismo, delante del praetorium.

-Hazle pasar.

El tribuno se llevó al pecho y salió en busca del mensajero. Al instante volvió, acompañado de un joven legionario, no tendría más de veinte años.

-¿Cuál es tu nombre, legionario?-le interpeló Varo.

-Quinto….Quinto Máximo, señor….legatus.- Aquel muchacho había sido reclutado hacía apenas unos meses y aún le costaba aprenderse las formas y los saludos a sus superiores, pero Varo no lo tuvo en cuenta, lo urgente era el informe que traía.

-Los formalismos no son importantes ahora, hijo-le respondió sonriente, para tranquilizar al legionario, pero enseguida tornó su rostro de nuevo en marcial seriedad.- ¿Cuál es la situación?

-Ha estallado una revuelta en las llanuras del noroeste, el líder de los queruscos está conteniendo como puede a los sublevados, pero necesita apoyo urgente de las legiones, legatus.

-¿Arminio?-preguntó Varo enarcando las cejas. A pesar de sus disputas, parecía que efectivamente seguía apoyando a Roma. Eso era esencial para mantener el control.

-Sí, Arminio parece agradecido por las tropas que envió el legatus para proteger nuestras posiciones, pero ahora necesita el apoyo de las legiones en conjunto para garantizar el control de la zona.

-Bien, por supuesto hemos de responder al auxilio de Arminio, ha mostrado ser un aliado hábil y eficaz. Ahora ve a comer algo y descansar, legionario Quinto Maximo, has prestado un gran servicio. Mi tribuno te acompañará a uno de los contuberniumxiii de mis hombres-Varo miró a su oficial, que asintió.

-Gracias, legatus.

-Espera fuera mientras departo unos momentos con mi tribuno.

El legionario inclinó la cabeza y salió de la tienda.

-Hay que enviar mensaje a los legatus Lucio Egio y Cejonio para que se movilicen, nos pondremos en movimiento al amanecer y nos uniremos con las legiones XVII y XVIII para emprender la marcha hacia las llanuras, esa rebelión debe ser sofocada de inmediato, nos jugamos el control de toda Germania Magna.

-Así se hará, legatus-el tribuno esperó por si su superior requería algo más de él, pero no fue así.

-Puedes retirarte, avisa a las tropas de que procuren descansar, mañana nos espera una larga marcha.

El oficial saludó marcialmente y salió.

-Veremos ahora de qué pasta están hechos estos germanos.-entonó Varo para sí.


Otoño de 9 d. C
Inmediaciones del bosque de Teutoburgo

La marcha era lenta, demasiado lenta. Aquella demostración de poder y esplendor hacía entender a quien la viera porqué Roma gobernaba el mundo.
Al frente de la expedición se situaban los arqueros y auxiliares, que actuaban como exploradores reconociendo el terreno. Tras ellos, la vanguardia: una legión de cinco mil hombres, apoyados por la caballería, de ciento veinte jinetes. Los seguían los ingenieros y zapadores, que se encargaban de solventar los posibles obstáculos que pudiese haber en el terreno, seguidos del primer convoy con los pertrechos de los legatus Varo, Lucio Egio y Cejonio y los oficiales. La siguiente columna la formaban los propios legatus y sus extraordinariixiv. Después, las caballerías de las otras dos legiones: doscientos cuarenta jinetes, por delante de la artillería romana. Los siguientes eran los suboficiales y los signiferxv, precediendo a la verdadera fuerza de aquella inmensa incursión: dos legiones formadas por diez mil hombres. Finalmente, el convoy con las provisiones de los legionarios, y cerrando la comitiva, la retaguardia, compuesta por tropas auxilares: unos diez mil hombres más.
Además, el ejército iba acompañado de esposas, familiares, esclavos,prostitutas, comerciantes y otros civiles. Varo quería mantener contentos y motivados a sus hombres.
En total, estaba al frente de una mastodóntica columna de más de treinta mil hombres. Demasiados, sin embargo, para poder avanzar a gran velocidad.

-Vamos demasiado despacio-comentó preocupado Varo-para cuando lleguemos al norte, puede ser demasiado tarde para Arminio.

-Deberíamos haber dejado a las familias y los esclavos en los campamentos, y al menos una de las legiones.

-No podemos correr riesgos, los germanos son impulsivos, imprevisibles-argumentó Varo-prefiero ir sobrado que falto de tropas. Y éstas deben estar animadas.
El terreno se hacía más boscoso a medida que se acercaban al bosque de Teutoburgo, los zapadores iban a tener bastante trabajo aquella jornada.

Bosque de Teutoburgo

-¡Les veo, veo a los romanos!-avisó el cato designado como vigía.

-¡Chissssst! ¡No grites, imbécil!-le increpó Arminio- conseguirás que nos oigan incluso antes de haber penetrado. ¿Cuántos?-preguntó aún irritado. Si aquellos inútiles no sabían ni pasar desapercibidos poco lograrían.

-Tres legiones, mas las tropas auxiliares, y llevan también a sus familias y algunos civiles, parece. Llegarán fácilmente a los treinta mil.

-Bien, nosotros llegamos a veinte mil, pero contamos con el factor sorpresa-comentó a sus hombres, aunque parecía que casi reflexionaba para sí-ya sabéis cuál es el plan, a vuestros puestos.

El momento llegaba, el día de su muerte luchando por su tierra o el comienzo de su sueño. Ambas opciones eran buenas. Miró al cielo. Sonrió. Parecía que iba a tener ayuda extra de los dioses.

Inmediaciones de Teutoburgo

-Se avecina tormenta-comentó Cejonio mirando al cielo.

-Así es-respondió Varo- y no me gusta nada, si nos pilla la tormenta en este terreno tan abrupto y boscoso podríamos tener problemas. Los carros pueden encallarse y el avance de los legionarios con los pesados equipos sería penoso. Que los auxiliares reconozcan el terreno y los zapadores se adelanten y vayan abriendo camino para facilitar el paso.-Los oficiales partieron para dar la orden convenida.

La eterna columna del Imperio se adentró finalmente en el bosque de Teutoburgo, sin saber que jamás saldrían.

Bosque de Teutoburgo

Auxiliares romanos

En el interior del oscuro bosque no se oía absolutamente nada. Era un silencio denso, pesado, demasiada calma. Pero no había ningún peligro aparente, más allá del abrupto y estrecho terreno, difícilmente practicable, pero de eso ya se encargarían los zapadores. Trabajarían deprisa, y pronto saldrían de esa maraña de árboles. Eso querían pensar.

Zapadores

El terreno era verdaderamente complicado, debían ir desbrozando y ensanchando el camino. Llegaron a un pantanal en el que era imposible cruzar si no era construyendo un pequeño puente, eso les retrasaría, y no les haría ninguna gracia a los legatus.


Ejército germano emboscado

-Se han detenido, mi señor.-de nuevo el vigía cato informaba de los movimientos romanos.

Arminio asintió.

-Han dado con uno de esos pantanos invadeables a no ser mediante un puente.

-Es el momento-saltó uno de los jefes.

-Aún no-negó Arminio mirando al cielo.

-¡Están desordenados, quietos, a nuestro alcance!-protestó el germano.

-Esperaremos-zanjó Arminio clavando su mirada desafiante en el guerrero, que se contuvo a pesar de tener el rostro rojo de ira.

Pero Arminio ya no le miraba, sólo estaba pendiente del cielo, quedaba tan poco…


Posición de los legatus

-¿Por qué nos detenemos?-se extrañó Varo, al comprobar cómo toda la columna se ralentizaba en su avance hasta quedar finalmente detenida.

En ese momento llegó un oficial a la altura del legatus con la respuesta.

-legatus, los zapadores han dado con un pantano que no se puede cruzar si no es construyendo un improvisado puente, y les llevará un tiempo.

-¡¡Por Cástor y Pólux!!, ¡¡estamos en medio de un bosque impracticable que se va a poner aún peor en cuanto estalle la tormenta, y resulta que nos paramos porque mis soldados no quieren mojarse cruzando un simple pantano!! ¡¡avanzad, AVANZAD YA!! –aulló rabioso Varo a un desconcertado tribuno, que se quedó allí clavado.

-Los pantanos no tienen sólo agua-intervino Lucio Egio para rebajar la tensión- el barro del fondo puede dejar atrapados a hombres y animales en el fango, lo que sería una pérdida totalmente evitable, quizás es buena idea que los zapadores se encarguen.

Varo suspiró exasperado, nadie parecía entender que no se podían permitir una torrencial tormenta en medio de ese bosque espeso. Pero no podía negar que su colega tenía razón. Si forzaba a los hombres y los caballos a cruzar por el fango, podrían quedar fácilmente atrapados, serían pérdidas estúpidas.

-¡Sea, por Júpiter!-aceptó por fin- ¡Pero quiero esa pasarela en menos de una hora, tribuno! ¡Trasmítelo a los zapadores!

El oficial salió disparado como una centella.


Caballería de vanguardia romana

Numonio Vala, jefe de la caballería romana, estaba intranquilo en el interior de ese maldito bosque. Percibía algo que no encajaba, pero no acertaba a encontrar el origen de su inquietud. Además, tanto él como los jinetes a su mando no conseguían que sus monturas dejaran de moverse.
-Los caballos están intranquilos, perciben algo.-se atrevió a comentar uno de los jinetes.
-Es este maldito bosque, encierra algo que produce desazón.-De repente, al elevar la vista para encontrar algo de aire puro que respirar, se fijó en las ramas que los rodeaban. Tenían algo extraño, como si hubiera más ramas de las que correspondía en cada árbol, y distinguió secciones cortadas y que estaban unidas como por arte de magia.

-¿Dónde nos hemos metido?-se preguntó el jefe de la caballería.


Posición de los legatus

-¿Lo oís?-preguntó Varo.

-¿El qué?-respondió Cejonio.

-No he oído nada-dijo Lucio Egio a su vez.

-Exacto, nada-Varo paseó su mirada alrededor del bosque que los rodeaba por todas partes-Demasiado silencio, algo no encaja. ¿y os habéis fijado en los árboles? ¿no sentís como si sobraran ramas?.

-Ahora que lo dices, la distribución de las ramas no corresponde a los árboles-se fijó Cejonio- y algunas es como si estuviesen….

-Cortadas-completó Varo muy serio, comprendiendo de golpe, como cuando la vida te da un puñetazo de realidad-el único modo de llegar a la supuesta rebelión era este bosque…Arminio nos ha vendido.

Carromatos de víveres

La parada obligada por la construcción de la pasarela sobre el pantano fue recibida con alivio por parte de las familias, mercaderes, prostitutas y esclavos que acompañaban al inmenso ejército. Apenas habían dejado de andar desde que salieron de los campamentos y estaban empezando a encayercerse los pies, estaban agotados. Aprovecharon para comer y beber, y algunas prostitutas fueron en busca de hombres que provocar para sacar alguna moneda, mientras que las mujeres aprovecharon para buscar a sus esposos entre los soldados. Todos hablaban y reían, sin prestar atención a la amenaza que se cernía sobre ellos.

Ejército germano emboscado

Arminio mantenía su brazo derecho en alto, mientras sus hombres no apartaban los ojos de su líder, preparados para la señal.

De repente, un terrible estruendo estalló en medio del bosque de Teutoburgo, haciendo que la tierra temblara como si el mismísimo Thor hubiese golpeado la tierra con su martillo. Casi al instante, una luz cegadora rasgó en dos el cielo de Germania.

Arminio bajó el brazo, su plan daba comienzo.

Vanguardia del ejército romano

El trueno los había sacudido a todos por dentro, pero nadie tuvo tiempo de inquietarse por aquella tormenta que se desataba, pues de repente, como si el cielo se rompiera en pedazos, los legionarios fueron enterrados bajo troncos y ramas que no dejaban de caer, desordenando por completo la organizada formación romana.
Confusos, los oficiales intentaban poner algo de orden en aquel inesperado y súbito desastre.

-¡Formación de ataque!-Aulló el tribuno de máximo rango-¡reordenaos! ¡ atentos a cualquier mov…!

Pero no pudo acabar la frase: una flecha acababa de atravesarle la garganta. Cayó de rodillas, atragantándose con su propia sangre, sentía como se le escapaba la vida. Dejo de ver, mientras las gotas de lluvia le resbalaban por el rostro.

La lluvia no era sólo de agua: infinitos dardos salieron disparados de entre los árboles, alcanzando de lleno a legionarios que aún ni entendían lo que ocurría, atravesando cabezas, brazos, torsos y piernas. Las bajas y los heridos se contaban por cientos.

Posición de los legatus

No paraban de caer troncos, causando un descomunal desconcierto entre los soldados.

-Es una emboscada- Varo apretó los labios tan fuerte que apenas dibujaban una línea-Arminio nos ha conducido a una trampa mortal.-Pero no era el momento para lamentarse, había que actuar- ¡Cejonio, Elio! Poneos al frente de vuestras legiones, en primera línea de combate, que los legionarios vean que sus legatus combaten a su lado, eso les dará fuerzas! ¡Yo mismo me pondré al mando de la XIX!

Los dos generales fueron raudos a coger las riendas de sus legiones, no tuvieron tiempo de ver las lágrimas de Varo.

-Tú eras mi hijo, Arminio. Yo te quería.


Posición de las legiones XVII y XVIII

¡Formación en testudoxvi! ¡Formación en testudo!-ordenó Lucio Egio en cuanto llegó.
¡Que no entré ni una flecha más! ¡Mantened la posición!

Pero la desorganización era demasiada para poder defenderse en condiciones, y la tormenta no ayudaba. La lluvia era torrencial, y el fango que se empezaba a acumular provocaba el tropiezo de los soldados, cargados con los pesados equipos de campaña, y hacía imposible las maniobras de la caballería: los caballos se habían quedado atrapados en el barro.

¡Hay que proteger al menos a los civiles! ¡Están demasiado alejados de los carromatos!-gritó Cejonio, intentando hacerse oír por encima de la tormenta y la lluvia de flechas que no cesaba.

Un tribuno llegó junto a él, tenía una flecha clavada en el hombro, pero parecía resistir.

-¡Están demasiado diseminados entre los soldados, legatus! ¡Habían aprovechado la parada para ir a buscar a sus familiares!

-¡Llevad de nuevo a todos los que podáis a los carromatos! ¡y que varias centurias formen un circulo protector a su alrededor!

-¡Enseguida, legatus!-Y el oficial salió corriendo presto a cumplir las instrucciones recibidas.
El lanzamientos de flechas se interrumpió súbitamente, y hubo unos segundos de calma.

-¿Esto es todo? ¿Sería solo un aviso de lo que nos espera en el norte?-indagó nervioso Cejonio.

-Oh, no, amigo mío-sonrió tristemente Lucio Egio- esto no ha hecho más que empezar.

Entonces, se empezó a oír un murmullo que parecía venir de los árboles, que rápidamente se tornó en un intenso clamor que llenó de miedo los corazones de cada romano en Teutoburgo aquella funesta y tormentosa tarde otoñal de 9 d.C.


Caballería de vanguardia romana

Numonio Vala intentaba que su caballo avanzara, pero el barro hacía casi imposible un desplazamiento rápido, que era lo que más necesitaban las turmaexvii en ese momento.

-¡Tenemos que salir a campo abierto como sea o no quedará ni un romano vivo en este bosque del Hades!

Entonces, como si hubiesen surgido de lo más profundo de la tierra, la caballería se vio rodeada de rabiosos germanos, con los ojos inyectados en sangre, y sonriendo de forma macabra.

Los bárbaros se abalanzaron sobre las turmae; herían a los caballos aprovechando su poca movilidad, para luego rematar a sus jinetes cuando caían al suelo.

Numonio se defendía como podía, un germano fue a clavar su espada en el lomo de su caballo, pero el jefe de la caballería estuvo más rapido y le cercenó el brazo, para luego rematarle con una limpia cuchillada en la garganta. Pero no tuvo respiro, otro germano se le acercaba ya por la grupa de la montura. Al estar el caballo atrapado en el fango, fue Numonio el que tuvo que girarse en su silla para encarar al enemigo. Detuvo el mandoble que le lanzaba el germano, pero éste aprovechó el franco que el romano había dejado descubierto para golpearle con un rudimentario escudo en las costillas. Por un momento, Numonio quedó aturdido por el dolor, pero enseguida se recompuso para devolver el golpe: con una finta se dejó caer hacia un lado, haciendo que el germano, que iba directo a rematarle, no encontrara torso que atravesar con su arma. En ese instante Numonio clavó su gladioxviii en la espalda del guerrero teutón.

Aprovechó entonces para mirar a su alrededor y comprobar cuál era la situación de sus turmae y se quedó pálido como el mármol: los teutones habían hecho estragos, de los doscientos cuarenta jinetes que Numonio tenía a su cargo, quedarían poco más de cincuenta. Alrededor solo vio cadáveres de caballos y jinetes.

-Que Júpiter nos asista.-imploró al borde del llanto.


Vanguardia del ejército romano

Era un desastre, los teutones mataban diez romanos por cada bárbaro que caía. Los oficiales se esforzaban por dar órdenes y mantener el control de la legión, pero ni ellos mismos confiaban en poder revertir la situación. El ejército romano siempre era eficaz a campo abierto, pero en un estrecho bosque como aquel, el pesado equipo, la loricaxix, los dos pilumxxy el resto de herramientas de los legionarios eran más bien un estorbo con el cual no podían maniobrar de forma adecuada, mientras que los germanos iban sólo con sencillas lanzas y espadas mucho más ligeras, por lo que luchaban con gran comodidad y fluidez, y estaban causando innumerables bajas entre los soldados romanos.

-Arminio es un traidor, pero ha jugado bien sus cartas-reflexionó Varo- conoce la manera de operar de nuestro ejército al haber combatido junto a nosotros... en el pasado-añadió entre dientes con rabia.

Posición de las legiones XVII y XVIII

-¡Nos están masacrando! ¡Hay que ordenar retirada!-aulló Cejonio. Las legiones XVII y XVIII no corrían mejor suerte; rodeados por todas partes, los legionarios intentaban formar una línea defensiva, pero los teutones les obligaban a luchar cuerpo a cuerpo, sabiendo que los soldados romanos tenían desventaja por su pesado equipo.

-¡Para algunos no hace falta que ordenemos replegarnos!-contestó Egio, señalando con su gladio empapado de sangre germana hacia un punto que no alcanzaba a ver Cejonio.

Éste se volvió y observo cómo muchos legionarios huían directamente de los bárbaros, cosa que tampoco les servía de mucho, ya que enseguida los guerreros teutones les alcanzaban para darles muerte, y en muchos casos, cortarles la cabeza.

-¡Hay que salir del bosque! ¡Ya mismo!-insistió Cejonio.


Carromatos de víveres

Los civiles habían volcado muchos de los carros, en un intento desesperado por protegerse de los terribles germanos, que no tenían piedad con nadie. Había llegado una cohortexxi para formar un círculo defensivo, pero no aguantarían mucho más; la mitad de los legionarios habían caído, aunque los que quedaban combatían con la disciplina y el honor inculcados desde que habían sido alistados.
Muchos esclavos habían aprovechado para escapar con la esperanza de tener al fin libertad, pero la única libertad que habían hallado era la muerte, por manos germanas.
Muchas mujeres estaban siendo torturadas y violadas hasta suplicar la muerte, única piedad que les concedían los bárbaros finalmente. Aquello era un infierno.


Vanguardia del ejército romano

Varo tuvo que rendirse a lo evidente.

-Tribuno, nos replegamos, no tiene sentido seguir atrapados en este atolladero de muerte, que toquen retirada, y trasmite la orden a los legatus.


Ejercito germano

-¡Se retiran! ¡Intentan volver al claro!- Avisó uno de los jefes germanos.

-Bien, les dejaremos-contestó Arminio.

-¡Podemos aniquilarles ahora por completo!-protestaron varios.

-No, por mucho que les hayamos pillado completamente desprevenidos y les hayamos causado graves daños, siguen siendo soldados de Roma, son un ejército demasiado poderoso para poder barrerlo de un sólo golpe, les daremos respiro para que se relajen y en el momento oportuno volveremos a atacar-explicó Arminio.

-Pero pueden hacerse fuertes si se reorganizan, tú mismo has dicho que es el mejor ejército-insistió otro líder teutón.

-”Según las circunstancias resulten favorables, es necesario modificar los propios planes”xxii-contestó sonriente Arminio.










iLegatus: general del Ejército romano, equivalente a un moderno oficial general o lugarteniente
iiLegado propetor:embajador de la República romana que era nombrado por el Senado para una misión (legatio) ante una nación extranjera, así como a los embajadores que iban a Roma de otros países
iiiHerodes 1: rey de JudeaGalileaSamaria e Idumea desde el 40 a. C. hasta su muerte, en calidad de vasallo de Roma.
ivQueruscos:  tribu germánica (tomando el calificativo romano) que habitó partes del valle del Rin y el norte de las llanuras y los bosques del noroeste de Alemania, en la zona comprendida entre la actual Osnabrück y Hanóver, durante el siglo I a. C. y el siglo I.
vGuerras panonianas : Conquistada por Roma entre35 a. C. y 10 a. C., Panonia, en la frontera del Imperio romano sufrió el choque de incontables invasiones bárbaras y fue fuerte e intensamente romanizada.
viFrase de un líder germano recogida por Dión Casio y atribuida aquí a Arminio por razones narrativas.
viiCatos: antigua tribu germánica que se estableció en la región central y septentrional de Hesse y en la región meridional de Baja Sajonia, a lo largo del curso superior del río Weser y en los valles y montañas en las regiones de los ríos EderFulda y Werra; un distrito correspondiente aproximadamente aHesse-Kassel, aunque probablemente algo más amplio. 
viiiMarsos :  pueblo de Italia central que vivía en la época romana en el entorno del Lago Fucino. Tenía al este a los pelignos, al norte a los sabinos y vestinos, y al oeste y al sur a los ecuoshérnicos y volscos. Eran de origen sabino y estaban emparentados con los marrucinospelignos y vestinos.
ixBrúcteros: tribu germánica ubicada en el noroeste de la actual Alemania, entre los ríos Lippe y Ems al sur del bosque de Teutoburgo, actualmente norte de Renania del Norte-Westfalia, entre los años 100 a. C. y 350.
x Equite: formaban una clase social de la antigua Roma, conocidos allí como Ordo equester ('clase ecuestre'). A través de la historia este estatus social fue cambiando en dignidad y costumbres. En la época imperial, los équites tenían derecho a llevar el angustus clavus: las dos franjas de púrpura de dos dedos de ancho en la túnica como símbolo de su posición.
xi Unos 100 KM
xii Praetorium: tienda o edificio del comandante de una fortificación romana 
xiii Contubernium: unidad mínima del ejército romano.
Estaba formada por ocho soldados de infantería que compartían tienda, impedimenta común y mula para trasportarla en los campamentos de marcha y desplazamientos, y que en los campamentos permanentes compartían habitación en los barracones.

xiv Extraordinarii: tropas de élite de las  alae , reclutados en la socii , aliados militares italianas de Roma. El nombre hace referencia a su naturaleza; es decir, los hombres extraordinarios o elegidos.
xv Signifer:suboficial encargado de llevar el signum o enseña de cada centuria.
xvi Testudo: formación defensiva en la cual los legionarios se cubrían con sus scutum (escudos) solapándolos a modo de caparazón, mientras que la primera fila de hombres protegía el frente de la formación con los suyos levantándolos hasta el centro de su cara. En caso de necesidad, los soldados de los flancos y los de la última fila podían también cubrir los lados y la parte posterior de la formación, aunque entonces la protección de la capa de escudos que cubría el cuadro era inconclusa al reducirse su número.
xviiTurmae: escuadrón de caballería del ejército romano. Estaba formada por 30 jinetes a las órdenes de un decurio en las unidades auxiliares y por un centurio en las legiones.
xviiiGladio: espada corta utilizada por los legionarios, longitud de medio metro aprox.
xixLorica : armadura utilizada por el ejército romano en la época imperial
xxPilum: especie de lanza o javalina utilizada en el ejército romano, de aprox 2 metros de longitud. Cada legionario llevaba dos, el ligero y el pesado.
xxiCohorte: unidad táctica de infantería constituida en general de un sólo tipo de soldados en el ejército romano, y fue creada con las reformas de Mario. Más tarde, antes del Principado, este término adquirió un sentido más amplio y definió a una unidad militar.

xxiiDel libro “El arte de la guerra, de Sun Tzu